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A por uvas

Francisco J. Chavanel

 

Supongo que los numerosos fans con los que cuenta la FCM, ese PSOE  bendecido por el mesianismo estalinista, ese sentimiento de proteccionismo a los grandes bluffs del “caso Unión”, los “detectives” Stampa y Pamparacuatro, tendrán verdaderos problemas para ver las ramas y el bosque tras la sentencia última sentencia que vuelve a condenar a Dimas Martín a siete años de cárcel (¿es Martín el único paradigma de la corrupción en Canarias? ¿No tienen a otros a los que llevar a la cárcel? ¿Es el perfecto idiota que se financia irregularmente con fórmulas que no desarrollan ni practican el resto de los partidos políticos?)… Imagino que habrán respirado tranquilos porque el mal duerme entre rejas mientras el bien está a salvo de desaprensivos.

 

Pero, ay, la sentencia “triunfante” es un fracaso profundo y doliente por más que la Sección VI dé por bueno un caso sin prueba inicial –ni grabación ni auto de comienzo de la investigación-, circunstancia que sí ha tenido en cuenta el Tribunal Supremo en el asunto Guateque, donde un juicio con 31 personas sentadas en el banquillo, acusadas por la UCO de todo tipo de indecencias, fue anulado de principio a fin por carecer el Alto Tribunal de la prueba inicial con la que se puso en marcha la investigación: la grabación… Pero eso es el futuro y, por lo tanto, ciencia-ficción, ensoñación, flores a María, un ya veremos.

 

El agitado presente nos dice que el fiscal Javier Ródenas –recientemente nombrado fiscal anticorrupción para la provincia oriental- aprovechó la financiación irregular del PIL para intentar conseguir la condena del empresario Juan Francisco Rosa –una obsesión para esa Fiscalía-, no teniendo ni la menor duda moral para utilizar a conveniencia a una hija de Dimas, Elena Martín, funcionaria de Arrecife, para a través de ella laminar a su padre, quebrarlo, buscar la forma de convertirlo en un testigo protegido. El delincuente Dimas aguantó las embestidas como un jabato. Le propusieron acuerdos, rebajas de condena, el oro y el moro. Se negó pese a ser amenazado con 17 años de cárcel. Ródenas no logró ni la condena del empresario ni la de la funcionaria.

 

Su juego, tan infantil como cruel, quedó claro en el juicio. El contrato laboral a Dimas no le eximía del tercer grado, ni la funcionaria tenía opción alguna de influir sobre las contrataciones pues no era su cometido.

 

Por si fuera poco ni siquiera el “cantarín” Ubaldo Becerra pudo salvarse. Negoció con la Fiscalía una pena por debajo de los dos años para no acabar en prisión. Lo marearon hasta el final. Si lo bajaban de los cuatro años el caso se quedaría en nada, desaparecería. Becerra irá a la cárcel; me temo que por hacer el pato.

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