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Amok, odio, rencor

 
Por Alex Solar
  
Ante la cadena de actos violentos considerados como atentados, etiqueta sanitaria que se prodiga para dar a entender que se trata de acciones de tipo político-religioso (yihadista o incluso de extrema derecha), se barajan toda clase de interpretaciones, algunas en clave psiquiátrica. En un importante periódico nacional volví a ver una palabra que conozco  y que no viene del alemán, como sostenía el redactor, sino del malayo y que significa “atacar y matar con ira ciega”. El fenómeno que se conoce como “síndrome de Amok”, consiste en una súbita y espontánea explosión de rabia salvaje, que hace que la persona afectada hiera o mate indiscriminadamente a las personas que aparezcan a su paso hasta que el sujeto sea desarmado, detenido o se suicide. Esta “locura homicida”, como la define la Real Academia, tiene un largo historial o cronología desde el siglo XX y ha ocurrido en distintos países de los cinco continentes. La literatura y el cine han recogido también historias relacionadas con este fenómeno y Stephan Zweig titula “Amok” una novela de 1922, en el que relata un episodio, lo mismo que películas y canciones se han inspirado también en esta forma de locura, que debe diferenciarse del odio étnico o político.
 
Busco la definición de odio en dos buenos referentes: uno es Teoría de los sentimientos, del psiquiatra Carlos Castilla del Pino, el otro es Diccionario de los Sentimientos, de José Antonio Marina y Marisa López Penas.
 
 
El doctor Castilla precisa que odio es el sentimiento inherente al deseo de destrucción total o parcial del objeto (otro, uno mismo) y se extiende además  contando como su colega Vallejo Nájera, psiquiatra militar, exigía que los rojos no solo pagaran su culpa en el paredón de fusilamiento y al estar en el infierno, sino que sus descendientes cambiasen su apellido para que el del condenado desapareciese para siempre de la faz de España. Eso lo llama “odio a muerte”. El odio es el mejor nexo entre los miembros de un grupo. Se aprende a odiar dentro del clan, de la tribu, de la nación o la raza enfrentada a los distintos.
 
 
El odio, explican Marina y Pena, es distinto de la ira o el rencor y se distingue en la duración y la frialdad del sentimiento. Al igual que el amor, implica deseos, pero de hacer daño. El rencor solo se dirige hacia personas, es el mantenimiento en la memoria de afrentas y daños, reales o supuestos. El odio es más abstracto y hasta se puede odiar noblemente: lo perverso, la mentira, la crueldad y la traición.

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