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Aquí no hay quien viva

Por Alex Solar


Por circunstancias que no vienen al caso, conozco los avatares de una comunidad de propietarios en Alicante. Se trata de un grupo de viviendas VPO de antigua construcción, unos treinta años, que ya evidencian demasiados achaques que se traducen en continuas derramas y gastos. Como suele ocurrir, en estas reuniones se discute acaloradamente cada punto del temario, con desorden , precipitación y , hay que decirlo, hasta con malos modales. Se trata , en su mayoría, de gente mayor jubilada, o trabajadores con escasos recursos y cada sobresalto económico causado por los decrépitos edificios les preocupa e irrita.


Para mayor INRI, últimamente les ha surgido el problema de un vecino discapacitado que ha solicitado que se le construya un ascensor desde la calle hasta la entrada del portal para acceder a su vivienda en su silla de ruedas. Los costes son elevados, pero no son lo único que fastidia , puesto que la farragosa normativa de la Comunidad autonómica respectiva , además de la propia municipal, hacen necesario tomar aliento para enfrentarse a un piélago de males y embrollos. Para dentro de unos años, se cierne sobre sus cabezas la espada de Damocles de una revisión total del estado de las fincas por parte del Ayuntamiento, que obligará a hacer las reformas que se estimen convenientes para garantizar su habitabilidad. En otro barrio populoso de la ciudad, la Generalitat ha tenido que hacerse cargo de parchar las VPO de Franco, que datan de 1956, pero aquí tal vez no habrá esa suerte.


Las asambleas de este colectivo, bastante numeroso, se realizan al aire libre y sin megafonía en terrazas comunitarias, bajo un solajero tórrido en verano o bajo la luz incierta de unos focos si es nocturna la sesión. La anterior acabó estrepitosamente, con el abandono de la administradora , que tirando la toalla , abrumada por los reproches y acusaciones de los presentes, los dejó a dos velas.


El nuevo responsable de la administración de las fincas intenta ganarse al personal con una política de gastos cautelosa y moderada, pero el cúmulo de asuntos urgentes pendientes es tal que no le han permitido una tregua y ha tenido que afrontar una manifestación de impaciencia apenas contenida. Porque en eso son muy parecidos al resto de los españoles: incapaces de ponerse de acuerdo para defender el bien común, pero muy dados a enfrentarse a gritos entre ellos. Una señora comenta : “Cada portal es territorio enemigo, aquí estamos en guerra civil permanente”.


Las escenas donde la necesidad se estrella con la falta de dinero, me recuerdan otras de este tipo vividas por mí en Lanzarote, donde como propietario de una propiedad “horizontal” tuve que hacer frente a gastos de juicios contra una constructora chapucera, entre otros problemas.


Actualmente, la escasez habitacional en Lanzarote hace que se clame por la edificación de viviendas sociales, para las que no hay recursos ni suelo. En estos días leo que el gobierno canario lospromete y me pregunto cuántos caerán en el garlito, acuciados por las circunstancias para optar a viviendas mal construidas, insuficientes para albergar familias numerosas o normales, sin accesibilidad para personas con movilidad reducida, alejadas de los principales servicios públicos, sin una adecuada urbanización, sin transportes eficientes etc. Y, con el tiempo, gastos interminables para subsanar deficiencias estructurales, filtraciones, costes judiciales para recuperar la deuda de morosos, etc.Y en algunos casos, arrastrando hipotecas vitalicias y cláusulas que impiden la venta o su alquiler en un largo período de años.


En todo caso, algo habrá que hacer. Pero se debería procurar que se hiciera bien, y no como se ha hecho en Lanzarote hasta la fecha, para que se acabe el vía crucis de los sin casa y el “aquí no hay quien viva”.

 

 

 

 

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