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Cero económico

Francisco J. CHavanel

 

Lanzarote es hoy una isla tomada por el virus, una cantidad escalofriante de casos que impide cualquier movilidad, por un cero práctico en materia turística, No hay precedentes para evaluarlo, no se conoce nada igual. De todas las islas que componen la geografía achipielágica dos dependen, casi de forma exclusiva, del negocio turístico: Fuerteventura y Lanzarote, el famoso eje oriental que en estos momentos está varado, con su economía tocada del ala, esperando el final de la vacunación, que es lo mismo que esperar que, al fin, algo salga bien en esta larga lista de surrealismos y disparates que nos ha tocado vivir.

 

Ha fallado casi todo. Cuando hubo una ventana para regresar a algo parecido a la realidad el resto de países europeos sufrieron el ataque de la segunda y, después, de la tercera ola. Luego cuando pedimos los antígenos, como manera para resolver mediante un test rápido la seguridad de los turistas, el Gobierno central se cerró en banda, impidiendo cualquier paso adelante por parte del Ejecutivo que preside Torres. Y, por último, cuando empezábamos a recuperarnos del palo de los antígenos llegó lo peor: nos metimos de lleno en la tercera ola, con resultados espeluznantes.

 

Ahora mismo la isla que peor lo lleva es Lanzarote. Es la que presenta los datos más preocupantes, atendiendo a su reducida población, con su principal hospital al borde de la inoperatividad, pues no caben más enfermos de riesgo dentro. Ha habido una relajación de costumbres y algo muy familiar que ya ocurrió en Tenerife y Gran Canaria: demasiada movilidad… Este último aspecto tiene que ver con eso que denominamos “libertad individual”, algo que no sirve para nada útil, pues es evidente que basta el mal uso de la libertad individual de un escaso 1% para que se carguen el trabajo responsable del resto de la comunidad.

 

Lo único que funciona –y es bien triste comentarlo- es el palo sin zanahoria: medidas coercitivas. Confinamientos, semiconfinamientos, cierre de lugares de ocio, multas, sanciones, persecuciones de aquellos ciudadanos convencidos de que su vida será eterna para siempre. El problema es que su “eternidad” tiene la capacidad de matar a otras personas con existencias finitas.

 

Las noticias que nos llegan de las diferentes empresas de vacunación no son buenas. Estamos en un mercado persa y vamos demasiado lentos. La lentitud infiere en darle oportunidades a las distintas cepas para que muten y sea más difícil detectarlas. En ese caso no sabríamos qué vacunas servirían. La lentitud también influye en retrasar la inmunidad de rebaño y, por lo tanto, la oportunidad de levantar una economía que nos está matando a todos. Cada vez más la dependencia es mayor.

 

Lo que pase en Europa en los próximos cinco meses será clave para saber si Lanzarote y Canarias pueden abrir las puertas y alejarse de una vez por todas de esta tortura infinita. Mientras, hay que hacer los deberes en casa. No estamos para bromas. Medidas contundentes precisamente por reponsabilidad

 

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