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¡Cuidado! Los ciudadanos se arman  

 

por Usoa Ibarra

 

 

La manifestación de los pensionistas, la huelga feminista, los desahucios, la turismofobia, la amenaza de Uber y otros muchos ejemplos más han resultado ser el impulso para que la masa social se movilice y marque otros timpos políticos. Haciendo memoria, tras el hartazgo colectivo sintetizado en el 15 M a grito de: “No nos representan”,  ha llegado la acción ciudadana con la fuerza que muchos añoraban, pero movilizada desde el extraradio político o sindical. Esto significa que los partidos políticos han perdido liderazgo social desde que creyeron que el paternalismo de decidir por todos sin escuchar a la colectividad no iba a encontrar reacción popular ni fecha de caducidad.

 

Inmersos en sus burbujas y zonas de confort descuidaron el diálogo con muchos agentes sociales y ahora reciben el jarro de agua fría en forma de abstención, de incredulidad y de desprestigio. Durante el tiempo que pensaron ingenuamente que el poder que ostentan llegaba a ellos por la inercia del sistema han ido perdiendo oportunidades para ser el eslabón que cierre la cadena.

 

Algunos de estos partidos parecen dar muestras evidentes de vivir al margen del resto, de no respirar la calle, y de limitarse a ejercer una política de laboratorio y estrategias intestinas que no interesan al pueblo. Ni siquiera el hacer alusión a cuestiones ideológicas penetra en la psique colectiva que sí opera desde lo concreto a lo general y de lo heterogéneo a lo masivo.

 

La acción política solo parece encontrar sosiego en el ámbito meramente administrativo e institucional, porque pese a las promesas de transparencia y participación, lo cierto es que aún hay muchos muros infranqueables.

 

Y precisamente esa es la ventaja más elocuente de los políticos cuando defienden su papel transcendental en la sociedad: ellos siguen teniendo la sartén por el mango, porque tienen la última palabra y el control de los espacios oficiales donde se toman las decisiones. ¿O no?

 

Si tenemos en cuenta que cada vez aparecen más fórmulas no legisladas podríamos decir que incluso la economía social le ha tomado la delantera al legislador. Aprovechando la falta de consenso y el aislamiento de los políticos ha enraizado un modus operandi que consiste en poner en valor otros modelos, otras alternativas que parten de canales no oficiales y que empoderan al ciudadano para que tenga la sensación de que es un agente activo y transformador del status quo.

 

Esta columna no trata de analizar las bondades y peligros que conlleva la economía social, pero sí procura advertir de un hecho: los ciudadanos poco a poco están tomando la iniciativa y están dispuestos a recuperar espacio perdido o usurpado. Ni siquiera la Ley Mordaza y otras fórmulas para evitar el derecho de reunión, manifestación y libertad de expresión parecen aminorar el paso de la masa.

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