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¿Debemos comprar regalos?

 

Antonio Salazar


El economista de la Universidad de Minnesota, Joel Waldfogel escribió un libro titulado “Scroogenomics: Why you shouldn’t buy presents for the holidays?” en el que argumenta que estas fiestas no son más que una “orgía de destrucción de riqueza”.

Cuando compramos un bien lo valoramos en una cantidad de dinero superior a lo que pagamos y el comerciante nos lo vende porque aprecia más nuestro dinero que ese producto en sus vitrinas. Si así no fuera, el intercambio no se produciría. ¿Qué ocurre con los regalos? Un familiar o amigo nos entrega una colonia de 100 euros por la que nosotros no pagaríamos esa cantidad de dinero. Waldfogel considera ese tipo de situación como “una irreparable pérdida de riqueza” ya que nuestra disposición a pagar por ese regalo no es tan elevada como el precio efectivamente desembolsado. De hecho, según sus investigaciones, las personas que recibían regalos creían que tenían un precio un 20% inferior al real, por lo que si en esas fechas el total del gasto en regalos es de 65.000 millones de dólares –el libro se publicó en 2009-, el impacto de esa pérdida iría por encima de los 13.000 millones de dólares. El autor sugiere que es mejor regalar dinero o, en su defecto, tarjeta-regalopor más que también estime que el 10% del valor de éstas no se canjea nunca, con lo que el destinatario más feliz de esa acción de regalar sean los grandes almacenes.

A pesar de que parece ser este economista un émulo del personaje de Dickens con cuyo nombre juega a la hora de titular su libro, lo cierto es que no son pocos los economistas que razonan de esta manera. Si los hechos desafían la lógica de sus teorías, lo que está mal no es la teoría sino la realidad. Lo que sabemos quienes no formamos parte del mainstream es que la gente no se comporta como un máquina de sumas y restas, el homo economicus de sus teorías, sino que experimentamos una sensación agradable al comprobar que la persona que nos honra se acordó del regalo, se tomó la molestia de irlo a comprar, se preocupó por empaquetarlo de la manera más atractiva posible y nos lo ofrece con la mayor sonrisa de que es capaz. Es una sensación agradable que, probablemente, no tiene precio monetario.

Nos gustan esas experiencias, nos agradan las sorpresas, la originalidad, la ilusión o el amor que nos muestran, no preguntamos cuánto ha costado. Es cierto que preferimos que el regalo sea útil y esa es la razón por las que los comerciantes aplican políticas de devolución que nos permite mantener una tradición extraordinaria. Así que sí, debemos comprar –con moderación- regalos y, a poder ser, disfrutarlos en el año que comienza. Feliz 2019

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