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Deplorable

 

Alex Solar 

 

No se encuentra palabras, solemos decir, cuando un hecho, una situación o un espectáculo nos llena de disgusto, indignación o pena. Algo así me ocurrió al ver al líder popular estrechando la mano a los migrantes africanos en Cádiz, para a renglón seguido soltar aquello de que “no hay papeles para todos” y a continuación soltar la ocurrencia de “un Plan Marshall para África”. Con lo que el presidente del PP demuestra que no tiene ni idea de lo que está diciendo, o peor aún , que no tiene empacho en manipular la opinión pública con argumentos falaces. Ni la amenaza de “un millón de africanos” se cierne sobre nuestras cabezas ni podría Europa soportar los inasumibles costes que tendría dicho plan benefactor , que en el caso del plan para impulsar las economías europeas destruidas por la guerra significó el 4,8 del PIB estadounidense (España aporta el 0,1 % a ayudas al desarrollo y el 4,8 del PIB europeo equivale al PIB de España). Esta propuesta no es otra cosa que “política ficción”, algo descabellado y sin sentido, excepto para lavar su imagen ante declaraciones que lo sitúan al lado de un Salvini o lo más extremo del espectro de la derecha xenófoba europea.


El adjetivo que encuentro para su conducta no es solo “indecente”, como han señalado sectores de la izquierda, sino “deplorable”, que según la RAE significa algo que merece ser lamentado, que causa aflicción , pero también “detestable”, “despreciable”, “abominable”, “reprobable”, “execrable”, “infame”, “reprobable”, “repelente” y hasta “maldito”.


Dice el politólogo francés Sami Naïr, cuya trayectoria en defensa de los derechos humanos es incuestionable, que el discurso del odio está instalado desde hace mucho tiempo en nuestro continente. En su obra Refugiados (Frente a la catástrofe humanitaria, una solución real, Planeta, 2016) que a más de alguno de los propagandistas del miedo xenófobo le convendría leer para no decir estupideces, Naïr dice que “la construcción imaginaria, por parte de los maestros del odio, de la inmigración como amenaza, como potencia invasora, como peligro de identidad de las sociedades e acogida, obedece a un trabajo intelectual y político perfectamente pensado, elaborado con las herramientas del prejuicio, del temor y la ignorancia”. Y agrega que es “un trabajo destilado a diario, asentado en las imágenes de impactante violencia, con rumores, agresiones y discursos tramposos”. La palabra “inmigrante” se convierte entonces en algo que está al mismo nivel semántico de “inseguridad”, “ilegalidad” o “tráfico de drogas”. Así ocurrió antes con los trabajadores españoles, italianos, polacos, magrebíes, portugueses, etc. después de la Segunda Guerra Mundial.


Afortunadamente, de acuerdo al análisis de este politólogo, que conoce a fondo también la realidad española, pues ha sido profesor invitado en nuestros centros de estudios más prestigiosos, sociedades como la alemana y la francesa, pese a movimientos fascistas como Peguida y el Frente Nacional lepenista, gozan todavía de salud democrática y tienen capacidad para resistir a este neofascismo que rebrota en las actitudes de personajes como el nefasto Matteo Salvini y Pablo Casado. Falta por saber si España va a seguir ese camino al paso que vamos, donde cada telediario incide en mostrar de manera sensacionalista las llegadas de inmigrantes ilegales y conflictos callejeros como los de los manteros. Que parece que molestan más que los taxistas en huelga ocupando las calles y protagonizando actos incívicos y violentos.


Los flujos migratorios van a continuar, cada vez con mayor fuerza, eso es verdad. Pero no valen más alambradas ni planes Marshall. Europa ha de replantearse sus políticas, económicas, de seguridad y de justicia ante el reto migratorio, entre otras cosas porque la UE cojea al haber sido construida sobre las bases de un mercado antes que de una perspectiva política común. O sea, en palabras de Sami Naïr, “un mercado sin corazón, sin valores ni proyecto”. El estallido del Brexit ha sido el aviso de que por este camino no se va a ninguna parte. La tragedia de los refugiados no ha hecho más que sacar a la luz todas sus debilidades de la UE y si ésta no acierta a gestionarlo estaremos abocados a una situación, sí, deplorable.

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