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Dos, dos, dos



Por Alex Solar

 

La patada de un futbolista me golpea en mi sensibilidad más profunda y me provoca una ira que a estas alturas de mi apacible senectud no creía posible. Hablo de un puntapié metafísico, si se puede decir, no real. La flexible y poderosa pantorrilla del brasileño podría acabar con mi vida en un segundo, de cruzarse en mi trayectoria. La noticia de su fichaje , acompañada de anécdotas tales como la compra masiva de camisetas con el número diez rubricado por su extraño o exótico nombre, a razón de 170 euros aproximadamente la prenda, y la quema de camisetas que lo tenían pero ya son un recuerdo molesto para sus ex seguidores, me arde también y me provoca furia.

 

Que doscientos veintidós millones de euros no es una cifra baladí , ya se encargan de demostrarlo nuestros periodistas más agudos mostrando gráficos. El precio de dos viajes a la Luna, ida y vuelta , el presupuesto de cientos de municipios españoles, el necesario para pagar cientos de miles de pensiones de jubilación, etc.

 

En la España del trabajo precario, donde los contratos en un setenta por ciento no duran un mes y los asalariados echan el bofe por un puñado de euros que en la mano no se ve, la cláusula de rescisión del futbolista( de la cual el fisco no pillará ni un pellizco) me parece una burla sangrienta. Y todo a mayor gracia del imperio catarí que está tras la marca PSG.

 

Sí, puede ser que odie el fútbol con toda mi alma, lo detesté desde que siendo niño me regalaron un balón que no me hacía ninguna gracia y en el colegio me obligaron a vestir de corto y llevar unos horribles zapatos con topes en las suelas. Mi profesor de Educación Física, un balcánico de dos metros de altura, era un perfecto nazi que trataba de “negros” a algunos alumnos, y a mí de “gordito”. Gracias a certificados médicos logré durante muchos cursos evadir la tortura de los gimnasios , pero no la de tener que observar desde las gradas las evoluciones de mis condiscípulos en el campo.No entendía absolutamente nada, no sabía por qué esas carreras tras una esfera de cuero suscitaban tanto entusiasmo en ellos. Y tampoco por qué los domingos el populacho marchaba en romería hacia los estadios, armados de botellas y banderas , armando broncas en los autobuses y en las calles. Había nacido en el país equivocado, pensaba a veces.

 

Pero el paso de los años me sorprendió aún más con la noticia de que gentes respetables y a las que se suponía inteligencia perdían los quilates y la razón por el deporte del balón. Me asombraba de Valdano, pero también de escritores “serios” que confesaban su pasión por este absurdo juego, que a mí me ha parecido una metáfora de lo peor de la experiencia humana, la guerra.

 

El 222 del brasileño se suma a otras cifras que otros de su profesión ganan y regatean con tretas el tributo debido a tan millonarias ganancias.

 

El fútbol profesional es una gran mafia, como se ha visto en estos días y cuandolos metan en la cárcel a todos saltaré con la alegría de los que celebran goles.

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