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El gallo español y el ruiseñor luso

Por Álex Solar
 
 
La gala de Eurovisión ha revelado varias cosas que deberían preocupar a los ejecutivos de RTVE y de la UER que se tomaron la molestia de investigar  el posible fraude en la elección de Manel Navarro en la presente edición de 2017. Que ha acabado como el rosario de la aurora, gallo incluido.
 

Un grupo de rock ya olvidado de los años 90 cantaba aquello de “nuevos cantantes  hacen el ridículo en viejos festivales como Eurovisión”. Pues desde entonces siguen haciéndolo y España , que no da pie con bola, sigue siendo uno de los cinco países europeos  (Big Five) que más contribuyen a su financiación. Ya sería hora de que se dejara de gastar dinero en ese festival tan poco rentable en términos de prestigio artístico musical, a menos que como en todo en este país haya gato encerrado. O gallo, tal vez.
 

A simple vista y oído, Eurovisión es un escaparate extravagante que poco o nada aporta como espectáculo de calidad, aunque en el pasado haya dado de sí algunos éxitos memorables. No se puede concebir que España, un país con talento musical donde los haya, envíe en los últimos tiempos a artistas mediocres, alguna diva pero de las que se desmayan de miedo escénico, e ilustres desconocidos como este niño surfero de plástico que nos han sacado de la manga en esta ocasión. Y que ha hecho una actuación desastrosa, un ridículo si cabe aún mayor que cuando presentaron el Chikilicuatre. Porque a diferencia del caricaturesco participante, éste de ahora iba en serio, con sus rizos dorados y su camisita hawaiana, cantando un reggae playero que no se lo creía ni él, pese a su chulería.
 

Me alegra la victoria de Portugal, que ha cambiado el tradicional gallo lusitano por un ruiseñor, no solo porque ya era hora que otro gran país musical tuviera un lugar en medio de tanto despropósito festivalero, sino porque la canción de los hermanos Sobral ha enseñado con modestia y arte genuino la senda por donde debería ir su vecina España. Cantando en su propio idioma, sin complejos, el chico portugués desplegó “ángel” y coraje. Salvador Sobral es de la raza de los artistas auténticos y no es casualidad que su principal inspiración vocal sea el músico de jazz Chet Baker, un “outsider”, figura rompedora dentro del panorama musical mundial en los años 60 y 70. Trompetista y vocalista, verdadera leyenda trágica del jazz, que iguala o supera al rock en su patética historia de estrellas destrozadas por el alcohol y las drogas, perdió su maravillosa voz  de seda por un asalto mafioso que le dejó la boca destrozada. Pero aún así, siguió cantando y tocando su instrumento hasta su dramático final. El portugués , candidato a un trasplante de corazón, se le asemeja en calidad vocal y espero que no siga los malos pasos de su mentor ni tenga su aciago destino. Por lo visto, es muy inteligente, por sus comentarios sobre la música, que no es , como dijo sobre el escenario de la gala, "fuegos artificiales, sino sentimiento". 
 

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