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El juego de las margaritas

 

Por Antonio Coll

 

 

El interminable “proceso” de la Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña,  por parte de la Generalitat y una parte mayoritaria del Parlament catalán, compuesto por desiguales formaciones políticas y las contrarréplicas del gobierno del Reino de España, en referencia a ejecutar el dubitativo artículo 155 de la Constitución española,  con el objetivo de “recuperar la convivencia armónica y la seguridad jurídica en Cataluña”,  cada vez tiene más similitud con “El juego de las margaritas”.

 

Como es conocido, el sencillo juego consiste en deshojar margaritas e ir preguntado al arrancar  cada pétalo:   “me  quiere, no me quiere”,  si se trata de una pareja que se plantea el enigma del amor.  También sirve para otros ámbitos de la vida.  Pero advierto que tiene truco,  si no se ponen ambos de acuerdo el sistema a seguir.  En el caso de Cataluña,  percibo que las reglas del juego la ha impuesto el president Carles Puigdemont y los suyos, si bien,  también percibo que,  en el tripartito que conforma  la Generalitat,  se empieza a tener dudas sobre las propuestas a seguir,  ante las devastadoras consecuencias económicas que han empezado a relucir y la fractura social que,  después de la mayoritaria  manifestación del 8-O,  en Barcelona,  por parte de lo que se llamaba “mayoría silenciosa”,  contrarios al “golpe separatista”. 

 

Además,  las decisiones de los consejos de administración de bancos, empresas y otros entes,  con sede social en Barcelona, han encendido todas las alarmas en los gobernantes catalanes, acentuado en los antiguos convergentes de Jordi Puyol,  Artur Más y en la ERC de Junqueras. Dejo al margen a la asamblearia CUP  (Candidatura d’Unitat Popular),  cuya ideología es de extrema izquierda radical, anti-sistema,  anticapitalista y contrario a la Unión Europea,  así como anti-OTAN.  Pero los convergentes  de Puigdemont y republicanos de Junquera necesitan sus diez parlamentarios para gobernar la Generalitat. En este aspecto, se acentúa la disparidad entre los partidarios de la independencia,  ya que en una imaginaria e hipotética república catalana, sería totalmente contradictorio gobernar con esa gente,  al que,  por supuesto,  respeto su ideología ensoñadora e idealista, si bien opino que está  fuera de toda realidad imperante.  

 

La mayoría de analistas políticos y juristas relevantes interpretan que,  una “independencia a plazos” como intenta propiciar los gobernantes de la Generalitat,  es entrar en una espiral de extrema gravedad para los intereses del pueblo catalán y resto del Estado. Sería un caos cuyas consecuencias son imprevisibles no solo en la economía sino en el ámbito social.  Gravísimo por los conflictos que con toda seguridad se producirían, en todos los ámbitos de la sociedad catalana.

 

Las declaraciones del jugador del FC Barcelona, Leo Messi, han sido explosivas. El mejor exponente barcelonista e ídolo,  ha dicho que se irá del Barça si se autoproclama la independencia.  La reacción de la directiva del club culé no se ha hecho esperar y ha puntualizado que: “el FC Barcelona no contempla desligarse de la Liga española”.  No se olviden que la entidad recibe 145 millones de euros solo en concepto de derechos de televisión. Es una anécdota más, si se quiere, pero no es baladí. No olviden la frase que “el Barça es més que un club”.

 

A la espera del cómo se desarrolla el artículo 155,  a expensas de lo que conteste el president de la Generalitat,  Carles Puigdemont, todo se desarrolla en conjeturas e incertidumbres. Lo que sí está claro es que los gobernantes sediciosos no quieren,  en estos momentos,  adelantar unas elecciones autonómicas, temerosos a que los constitucionalistas consigan mayoría en el Parlament catalán.  Incluso me atrevería a decir que lo del Referéndum pactado, antes del 1-0, no era,  en el fondo,  al margen de cuestiones jurídicas,  una alternativa para ellos,  porque los números que manejaban se alejaban mucho de conseguir al menos el 51%.  Por eso se inventaron una consulta dirigida y manipulada por ellos mismos.  Era la única forma de proclamar la independencia.  Significaba el mejor enroque para sus intereses.  Pero ocultar la verdad y  la realidad,  tiene su causa-efecto. 

 

Percibo que este “juego de las margaritas” tendrá un largo recorrido y tampoco se frenará por muchas reformas constitucionales favorables a contentar el movimiento separatista en Cataluña. 

 

La historia siempre se repite y  va por ciclos.  Pero la fractura social y económica en el pueblo catalán es una realidad y solo ha iniciado su andadura,  al menos en este siglo XXI.  Y me imagino que ahora nos adentramos a situaciones de complot, conspiraciones políticas,  acuerdos secretos y otros enunciados al que hay que estar muy atentos y perceptivos,  porque conlleva muchas dificultades para descifrarlos. 

 

Hasta la panadera Bimbo se marcha. Y ya son 40 las empresas que ubican su sede fuera de Cataluña. “Más pan y menos banderitas y golpistas”,  diría un buen industrial catalán.

 

 A pesar de todo,  sigo pensando que Cataluña es grande y saldrá de esta espiral contradictoria,  peligrosa y con muchos despropósitos,   en un estado de derecho democrático y social que gozamos desde 1978.   Porque lo importante es alejarse del riesgo existente de enfrentamiento armado y civil,  en una comunidad histórica multicultural  de más de  siete millones y medio  de habitantes.  Debe ser un objetivo prioritario entre todos los gobernantes. 

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