PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Esto no es el paraíso

 

Por Alex Solar

Me dice un lector en un comentario a mi artículo anterior que hace dos décadas pensó en retirarse en Lanzarote, pero que cuando cumplió su sueño comprándose una propiedad se ha cansado del estrés, del caos circulatorio, etc. Y agrega :“la ambición rompe el saco”. He decidido contestarle con mi propia visión de esta isla a la que que llegué justo el día en que lamentablemente falleció su ciudadano más universal. Una extraña y fatal casualidad , puesto que se podría decir que este trágico suceso ha marcado esa decadencia que acusa el que firma“ desde London”. Recuerdo que mi primer paseo por Arrecife me llevó a la ribera del Charco, un atardecer que no olvidaré jamás. Mis primeros pasos en París, en 1976, me habían mostrado un paisaje urbano extrañamente familiar, pues la capital francesa ya existía en mis pensamientos y mi imaginación , la había recorrido palmo a palmo de la mano de Brassens y Henry Miller. Pero con la capital de Lanzarote me pasó algo mucho más asombroso. La fantasía de mi infancia que hacía que el lejano mar que contemplaba desde mi ventana entrara en la ciudad, no como una bestia furiosa golpeando los muelles sino como un apacible lago salado, se hizo de pronto realidad. Cuando las luces del alumbrado público se encendieron las sombras y reflejos sobre las aguas del Charco de San Ginés formaron una postal de ensueño y magia que me cautivaron.


Cierto es que en aquel crepúsculo de finales de septiembre de 1992 vi las maltratadas calles con sus ruinosos edificios a punto del derrumbe y numerosos solares vacíos, como una dentadura estropeada en un rostro que alguna vez fue bello. El paisaje de la isla, como Mararía, tenía también esa belleza extraña y catastrófica, tierra quemada, árida, casi extraterrestre, como la han visto los futuros navegantes del espacio que la visitan.


Los años pasaron y la isla me dio la paz que no tuve en las grandes urbes de donde venía. También me dio una hija nacida entre esos volcanes y que lleva el acento y la fuerza que le dieron. Su sangre es murciana, como la de su madre, y chilena como la de su progenitor, pero se siente canaria y conejera.


Historias personales y familiares aparte, también pude vivir el frenético ascenso y desarrollo de las infraestructuras al trabajar en el principal motor de ese desarrollo, el aeropuerto de Guacimeta.

 

En veinte años Lanzarote duplicó su población y el turismo asociado a un crecimiento urbanístico desaforado desbordó todas las expectativas. También se vivió un auge espectacular de los medios de comunicación y los decanos, entre los que se encuentran éste en el que escribo, tuvieron que enfrentar una nutrida competencia. A la isla , como decía de España cierto político cachazudo , ya “no la reconocería ni la madre que la parió”.


Llegó el momento en que algunos extranjeros y peninsulares hicieron las maletas decepcionados por el rumbo que tomaban las cosas. Habían venido en busca del Paraíso y ahora les parecía el Purgatorio.


Yo pondría a la llegada de Lanzarote por aire y mar un letrero que advirtiera a los que vienen : “ESTO NO ES EL PARAISO, PERO PODRÍA SERLO( SI TODOS JUNTOS LO INTENTAMOS)”. Sé de sobra que los paraísos no existen más que en los sueños y que los más empedernidos viajeros, como el errabundo Paul Bowles o el trotamundos Paul Theroux no los hallaron jamás. Pero cualquier lugar puede serlo si sabemos vivir en él.

Comentarios (2)