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Feminismo de boquilla

 

Por Alex Solar

 

El pasado 8 de Marzo suscitó encendidos elogios y comentarios de columnistas de todo estilo y pelaje, excepto dos notorias excepciones: Jiménez Losantos y Arcadi Espada, éste último en La Sexta Noche el sábado 3 de marzo, cuando entrevistado por Iñaki López sacó su chulería habitual para descalificar el comunicado del evento, supuestamente por contener “errores gramaticales” e infundios.

 

Debo confesar que prefiero la franqueza de estos machistas irredentos al postureo instagrámico de los que llamo “feministas de boquilla”, como el presidente del gobierno, que se puso el lacito, aunque horizontal, que parecía eso el signo “infinito”. Infinita debe de ser la paciencia de los electores ante sus vacilaciones y vaciles, dándonos a entender que “hará lo que haga falta” para , entre otras cosas, mejorar la situación laboral de las mujeres. Esa “brecha salarial” ante la que se había encogido de hombros en una entrevista radiofónica unos días atrás.

 

El PP del Ayuntamiento de San Vicente del Raspeig,en Alicante, en buena compañía de algunos párrocos y asociaciones religiosas locales, se rasga las vestiduras ante una pancarta sostenida por la concejala por Ciudadanos de Igualdad y Educación, Begoña Monllor, que decía: “El Papa no nos deja comernos las almejas”. La imagen, dicho sea de paso fue subida a la red por una plataforma igualitaria y después retirada. Sin duda, la leyenda de su pancarta más bien modesta, escrita con rotulador de los chinos, ni le pertenece como autora, ni tal vez sea lo más adecuado para una responsable de Educación. Pero venir a decir que , como sostienen los firmantes, “si consideramos el insulto y la ofensa como libertad de expresión; entonces, la corrupción es economía de mercado”, es además de otra expresión extemporánea una falacia como un templo, nunca mejor dicho. Siento la mayor simpatía que puede experimentar un no creyente por la figura del pontífice actual, lo considero un hombre valiente que demuestra no solo su coraje físico transitando a pecho descubierto en sus apariciones urbi et orbi, sino contradiciendo abiertamente la ortodoxia católica en materia de sexualidad. Así, las señoras que quieran comer marisco o casquería, lo pueden hacer sin que Bergoglio se lo impida, a menos que ellas mismas se crean las supersticiones y dogmas religiosos que todos los credos monoteístas nos infligen. Allá ellas si quieren portar esa cruz, no culpen al pobre anciano de blanco que no tiene autoridad ni potestad para prohibir lo que pase en sus alcobas. Pero, insisto en que son libres de decir lo que deseen, pancarta en mano. No hay necesidad de invocar, como hacen estos religiosos alicantinos a la Virgen María a la que elevan nada menos que a “prototipo de mujer para muchos creyentes”(claramente un exceso). El PP de esta localidad , por su parte, exige a través de su grupo municipal que Monllor “rectifique” por este acto que según ellos “atenta contra el respeto a las creencias religiosas” ya que “ofende a los ciudadanos que ella representa como cargo público”. Pues , si acaso, que le pidan cuentas sus propios electores, ella no tiene la obligación de dar en el gusto a todos los que no la votaron y en la calle es libre de manifestarse como ciudadana y como estime conveniente. ¿O es que la pancarta llevaba el membrete de su partido o del Ayuntamiento? No saquemos las cosas de quicio, señores párrocos y sus aliados conservadores…

 

Volviendo a lo anterior, el feminismo de “lacito”, recuerdo que hace veinte años era casi el único varón que en Lanzarote, a mis 47 tacos, paseaba el coche de mi bebé por la calle. También , debido a mi situación de separado, compartía tareas de cuidado al 50 % con su progenitora en una experiencia de custodia compartida voluntaria y avant la lettre, que aunque no salió muy beneficiosa ni como esperábamos ella y yo, me hizo comprender el esfuerzo y los cuidados (y el placer) a los que se hurtan muchos hombres, con el pretexto de una ocupación de “rango superior”, es decir un empleo.

 

Dedico este artículo de opinión a mi amigo Andrés, empleado de Correos en Arrecife, que sabe muy bien de lo que hablo porque él es también un padre esforzado y amoroso, que no necesita lacitos ni golpearse el pecho.

 

 

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