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Funcionarios antipáticos  

 

 

Por Lorenzo Lemaur Santana

 

 

Tengo claro que nadie debe pleitesía a otro, ni tan siquiera a quien te da empleo o te está pagando el suelto que te ganas. Otra cosa es que quienes tengan un empleo fijo, en el caso de los funcionarios públicos, en este caso un puesto casi intocable, cuando ese empleo es de atención al público o cuya tarea profesional sea resolver problemas o dar servicios a los ciudadanos te traten con prepotencia, o cuando menos con suficiencia, como si te estuvieran haciendo un favor. Eso en el sector privado, normalmente, no ocurre.

 

El Chiqui, cuando llegaba a su bar, siempre me saludaba con una sonrisa. Y, el otro día, que me lo tropecé en la Ciudad Deportiva, igual; aunque ahora tenga el bar arrendado.

 

Cuando entro en el establecimiento de la Calle Real de Perfumerías Dalia, todas sus empleadas me saludan con una sonrisa, y cuando en alguna ocasión me cruzo con alguna de ellas por la calle, me saluda igualmente. Aunque nunca hayamos hablado, más allá de cobrarme cuando voy a comprar mi desodorante favorito.

 

La mayoría de las veces en que cojo un taxi en Arrecife y le digo que voy a Titerroy, no necesito darle más indicaciones al taxista. Casi todos saben dónde vivo y me llevan a casa sin preguntar más. En la parada, me saludan y algunos me hacen algún comentario.

 

Pero, si entro en el ayuntamiento de Arrecife, algunos de quienes allí trabajan, ni me miran. Tengo que decir que esto no me ocurre cuando ando por el Cabildo. Muchos de los empleados públicos que allí tienen su empleo, y que conozco o traté en algún momento durante los ocho años que fui consejero del Cabildo, me saludan de forma que sinceramente me resulta muy agradable.

 

Durante cuatro años, entre 2007 y 2011, fui concejal en el Arrecife y durante año y medio gobernando en las áreas de Educación, Cultura, Archivo, Transportes, Barrios y Participación Ciudadana. Durante todo ese tiempo, mi relación con el personal del ayuntamiento era, lógicamente, diaria. Incluso con muchos de ellos intensa. De muchos de ellos fui su jefe político directo, y traté con ellos de forma cotidiana.

 

Pues, nada. Las pocas veces que de último ando por el ayuntamiento de Arrecife, con algunos de ellos me cruzo y no es que no me saluden, es que ni me miran. Algunas, con las que traté directamente diferentes asuntos, muchos de forma intensa, llegan al bar de Carlos, donde a veces coincidimos para desayunar, no solo no me saludan, es que parece que no me vean.

 

Pero no todo lo que huele mal es mierda. He de decir que con muchos de los trabajadores del Ayuntamiento con los que en las cada vez más escasas ocasiones me cruzo, nos saludamos y alegamos cordialmente. Muchas veces con nostalgia.

 

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