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Jugando con fuego

Por Alex Solar

 
 
Enrique Krauze, director de la revista mexicana Letras Libres, ha arremetido contra Podemos y su líder Pablo Iglesias en un artículo publicado en una de las principales cabeceras españolas. Bajo el título “El narcisismo de Podemos”, el escritor azteca les califica de “capitalistas curriculares y guerrilleros de salón”. En su exposición, Krauze desarrolla la idea de que estas elites universitarias como la de la Complutense capitaneada por Iglesias, han sido las responsables de la guerrilla marxista leninista en países como Perú o en otros de Centroamérica. 
 
 
Esas críticas no son novedosas. Hay que asumirlas, y las asumo en la modesta parte que me toca por no haber sido insensible a las realidades sociales y políticas de mi país. Porque en Latinoamérica,  a finales de los 60 del siglo XX, fueron esas élites, más que las masas obreras, los principales actores de movimientos  distantes de la ortodoxia doctrinaria de los partidos comunistas dependientes de la URSS o los socialdemócratas, que intentaron derribar gobiernos opresores aliados de las respectivas oligarquías. En España, a comienzos del siglo pasado, como ocurrió en Rusia y en países latinoamericanos también, fueron las masas proletarias las que tomaron el protagonismo en contra del sistema político. 
 
 
En 1919 había casi un millón de anarquistas y en los prolegómenos de la guerra civil la combatividad de la FAI y la CNT fue legendaria. Por aquellos años, su líder, Buenaventura Durruti, un obrero mecánico, era el amo y señor de las trincheras, aunque según decía él mismo, era “un soldado más”. El periodista Jaume Miravitlles, que había escrito un artículo comparándolo con los fascistas, se dio de bruces con él. Durruti, con su uniforme de cuero con correajes y pistola al cinto, le espetó: “¡Tenga mucho cuidado! ¡No juegue con fuego! Le podría costar caro”. El furibundo guerrero, que había atracado bancos en Sudamérica y había sido acusado de algún asesinato, no se andaba con chiquitas y era capaz de amenazar hasta al presidente Companys.
 
 
Las últimas incontinencias verbales de Pablo Iglesias no pueden compararse con las de Durruti, pero seguramente van a tener para su formación un duro coste político. Más tarde matizaron los de Podemos que el verdadero blanco eran ciertos medios de comunicación que los atacaban permanentemente por medio de sus periodistas asalariados y cautivos, dispuestos a ser la voz de sus amos. Esta vez son los de la formación morada los que juegan con fuego y les puede costar caro. 

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