Logo

La anomalía

Por Francisco Pomares

Publicado en El Día

 



En los últimos años, primero como resultado de la narcosis ante los problemas que era la receta Rajoy, y ahora merced a la política marciana de Sánchez, pero sobre todo como consecuencia del desgarrador egoísmo de la partitocracia española, de la miseria ideológica y moral de nuestra democracia, hemos ido perdiendo completamente la capacidad de reacción ante hechos que deberían provocar un instantáneo consenso constitucional de los grandes partidos españoles (hoy no tan grandes, por cierto).

 

Cataluña es uno de esos hechos que requieren de una reacción común: por supuesto que se trata de un conflicto político que precisa soluciones políticas. Nadie cree hoy que esto se solucione -como se hizo en 1981 en el País Vasco, tras el golpe de Tejero- mandando el Ejército a patrullar las calles. Nadie con dos dedos de frente cree que se deba castigar económicamente a Cataluña, pero es incomprensible que desde la izquierda se asuma sin chistar que una de las regiones más ricas del país reciba un trato fiscal privilegiado, contrario a los criterios de redistribución territorial de la riqueza que inspira hoy toda la política europea.

 

Los Presupuestos de Sánchez y Podemos son un ejercicio de cruel cinismo. Y también un gigantesco error, que se materializa al premiar al que se comporta mal. Es antipedagógico, alienta la generalización del mal comportamiento y nos hace avanzar en dirección a esa política anómala y esquizofrénica que hoy vemos en países como Italia, gobernada por una inaudita coalición entre la extrema derecha y la izquierda populista.

 

Estos Presupuestos, y su evidente voluntad de comprar el voto secesionista, demuestran una vez más que desde la censura vivimos en un estado de anomalía, sin reaccionar ante él, sin considerarlo siquiera la mayoría de las veces. Es como si nos hubiéramos dado un golpe morrocotudo en la cabeza y no fuéramos capaces de reaccionar, atontados como zombis bien alimentados.

 

La presentación de los presupuestos sanchistas, pensados para lograr el apoyo de los partidos secesionistas catalanes, en solo una demostración más de la inanidad que se ha instalado en los comportamientos del poder. Sánchez se sostiene gracias al apoyo (o al menos la neutralidad) de tres partidos que tienen entre sus objetivos declarados la destrucción del Estado cuyo gobierno preside. PDCat, ERC y Bildu son abiertamente independentistas. Pero ese no es el problema, es legítimo ser independentista, como lo es ser confuciano o partidario de adelgazar bebiendo pis de gato. Lo que no es tolerable es que quien tiene la obligación constitucional de defender los intereses de España y sus ciudadanos -el Gobierno de la nación- busque el apoyo de tres partidos que abiertamente incumplen las leyes, y que tienen entre sus objetivos no la reforma de la Constitución, sino su voladura en los territorios que gobiernan. Apoyarse en ellos para mantener el estatus surgido de la censura a Rajoy, cuyo objetivo declarado era la inmediata convocatoria de elecciones, es una perversa anomalía. Tan grande como si en tiempos de ETA el Gobierno de Felipe González se hubiera apoyado en el voto de Herri Batasuna.

 

La política de Sánchez es incomprensible, sus objetivos desconocidos e imbécil su estrategia de contención del independentismo tupiendo a Cataluña de dinero.

Comentarios (1)  



LancelotDigital.com