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La clave era la fregona

Fran J. Luis

 

Está más que demostrado que la gente que es buena en su trabajo lo es porque lo desarrolla de manera correcta y, sobre todo, porque sabe lo que tiene que hacer. En mi día a día vivo situaciones en las que mis compañeros o amigos pasan por auténticos infiernos tecnológicos de los que les es casi imposible escapar y yo, en cuestión de minutos, los resuelvo sin ninguna dificultad. Pero no cuento ésto para echarme flores (cosa que personalmente detesto) sino para demostrar la importancia de saber solucionar los problemas de la forma más rápida y sencilla... Y ahora lo entenderán.


Hace unos años empecé a notar que en uno de mis baños los desagües tardaban cada vez más en tragar. Probé a utilizar productos desatascantes, desatascadores de mano... en general, todo lo que está al alcance de cualquier persona de a pie. No hubo manera de que aquello mejorara.


Como lo importante no es saber sino tener el teléfono del que sabe, decidí llamar a profesionales. Me puse en contacto con una empresa de desatascos y les comenté mi situación. El señor que me atendió fue muy claro y me dijo: "la visita son 30 euros, pero si no puedo solucionarlo y tengo que llevar después el camión-bomba te cobraré 120 euros más. Te recomiendo llevar el camión desde el primer momento y así solamente te cobro los 120 euros". En ese momento valoré las 2 opciones y me surgieron algunas dudas: ¿y si se soluciona sin necesidad del camión pagando solo 30 euros? ¿Y si no se soluciona y tengo que pagar 150 euros?... Sobre la marcha tomé la decisión de que viniera desde el primer momento con el dichoso camión y me solucionara el problema definitivamente.

 

Y así fue. Aparcó su camión frente a mi casa. A juzgar por el tamaño del mismo se podría decir que era capaz de desatascar toda la red de saneamiento de Nueva York.


El operario entró en mi casa para echar un vistazo. Llevaba un mono rojo manchado de arriba a abajo y desprendía tal hedor que si hubiera tenido mascarillas en aquella época me habría evitado alguna que otra arcada. Llegó al baño, tiró de la cisterna y comprobó que el agua, efectivamente, subía pero no se evacuaba. En ese momento me preguntó: "¿tienes una fregona?". Contesté afirmativamente y se la llevé. La metió en el inodoro y durante 10 segundos comenzó a agitarla verticalmente con una fuerza tal que parecía que un demonio le había poseído. Acto seguido, las tuberías comenzaron a tragar como nunca. Yo no podía creer que en menos de un minuto y con una fregona se hubiera resuelto mi problema. Mientras tanto, el camión seguía aparcado sin otro uso que el del propio transporte del operario.

 

El señor, con cara de satisfacción y una sonrisa amplia en su cara, me dijo: "son 120 euros". Yo, totalmente estupefacto y algo decepcionado, le pagué y se fue en su magnífico camión.
En ese momento sólo pude pensar que, por el precio que había pagado, al menos podría haber traído él su propia fregona.

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