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La cuarta no cambiará nada

Por Francisco Pomares

Publicado en El Día


Después de reunirse el miércoles con el rey en Marivent, lo único que fue capaz de decir Sánchez es que las elecciones están más cerca. Tiene razón: el atasco que vive la política española no parece dejar mucho margen para un acuerdo antes de que se venza el plazo, dentro de mes y medio. Los días vuelan como flechas, y Sánchez no cede con Podemos, ofrece sólo la fórmula de un pacto de legislatura, que resulta inaceptable para Iglesias y los suyos. Es tanto como pedir apoyos a cambio de nada. Cada semana qué pasa, las posibilidades de un acuerdo de izquierdas parecen más difíciles y lejanas. La desconfianza se ha instalado en las relaciones entre las dos izquierdas, y no parece que el verano pueda contribuir mucho a que algo cambie.

 

Sánchez ofreció al rey un gobierno en minoría sustentado sobre abstenciones de la derecha y apoyos puntuales en función del programa de gobierno. Lo cierto es que esa fórmula que reclama no ha funcionado con eficacia durante los meses que siguieron a la moción de censura, y mucho menos después de que la paralización de los presupuestos provocara nuevas elecciones. Aún así, Sánchez insiste. Pide a las derechas -PP y Ciudadanos- la abstención que él se negó a apoyar cuando la situación era la inversa -minoría del PP- y que acabó por provocar la voladura del viejo PSOE -el mismo que había encumbrado su primera elección como secretario general- y su sustitución por este socialismo cesarista de ahora.

 

La petición que formula Sánchez a sus adversarios políticos puede resultar estrafalaria viniendo de alguien que hizo su propia fortuna cabalgando sobre el no es no. Pero no es un disparate, en absoluto: el nuevo sistema de partidos surgido en este país desde la irrupción de la nueva política no permite (al menos no lo ha hecho hasta ahora) mayorías de partido. Lo razonable sería que pudieran lograrse coaliciones de Gobierno de las fuerzas más cercanas, el PSOE con Podemos, que rechaza Sánchez, o él PSOE con Ciudadanos, que rechazan tanto Sánchez como Rivera.

 

Ante esa situación, los partidos tienen la obligación de buscar acuerdos que eviten una cuarta repetición de las elecciones -se han celebrado tres en los últimos cuatro años sin que se haya resuelto la crisis política española- y que, con toda seguridad, no modificarían sustancialmente situación actual. Las previsiones demoscópicas anuncian que los viejos partidos mejorarían sus resultados, pero a costa de los partidos de su mismo bloque: el PP crecería algo a costa de Ciudadanos, y él PSOE crecería algo más a costa de Podemos. Pero no sería suficiente para que se desatascara una situación que viene repitiéndose sin sentido.

 

Por eso no se explica que un partido que nació para ocupar un espacio de centro en la política española -Ciudadanos- se obstine en rechazar incluso volver a sentarse a negociar con Sánchez, sabiendo que eso provocará unas nuevas elecciones malas para el país y peores para ellos. No se entiende la obcecación de Rivera en mantenerse en la ficción de un liderazgo de la derecha para el que no parece estar llamado. No tiene sentido que este país sostenga tres partidos de derechas, mientras la izquierda gana las elecciones, pero no consigue gobernar.

 

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