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La guerra de los cerdos

Por Álex Solar

 

Medio país recibe lecciones de jurisprudencia, los cavernícolas de Platón que somos los espectadores de la comedia bufa nacional televisada a todas horas, caemos idiotizados en el marasmo y la amnesia. Estúpidos, como decía aquel que creó la famosa frase (“es la economía, estúpido”). Porque cada vez los trabajadores son más pobres, los jóvenes que no trabajan son más, que pasados los cuarenta años nadie te emplea y los viejos, que están retirados, son también cada vez más pobres.

 

Hoy, en la panadería, estaba el corro de comadres muy animado. Hablaban de las pensiones, de lo poco que cobraban, de lo difícil que sería cobrar la próxima paga extra y lo muy probable que sería no recibir dinero suficiente para comprar el pan de cada día en el futuro. Al llegar a casa entendí su agitación. En el buzón yo también tenía la habitual misiva de la Ministra de Empleo anunciándome que me había subido el 0,25 por ciento, algo con lo que ya contaba y que no me va a resarcir del aumento de los precios y de los impuestos. Sin hablar de lo mucho que nos retienen por lo poco que nos dan en forma de sanidad, servicios, etc.

 

Somos nueve millones, los viejos de este país. Para algunos líderes políticos, aliados sin quererlo con la señora Lagarde, somos una rémora, los culpables de que no tengamos gobiernos de progreso. “Un país real sigue rehén del pasado y deprime”, dejó dicho un representante de la nueva efebocracia, aunque cincuentón él. Estos adalides de la juventud triunfante me recuerdan una novela escalofriante y futurista, “Diario de la guerra del cerdo” del escritor argentino Adolfo Bioy Casares, publicada en 1969.

 

En el relato, bandas de jóvenes vagamente fascistoides asesinaban a gente mayor imbuidos de un espíritu de cuerpo militarizado y como defensa de extraños ideales. Los viejos representaban lo más repugnante del género humano : sucios, inútiles, egoístas. “En un futuro próximo, si la democracia se mantiene, el hombre viejo es el amo”, piensan, “por simple matemática, mayoría de votos…” Peor que la dictadura del proletariado, se avecinaba la “dictadura de los viejos”. La violencia se extiende a lo largo de la novela de Bioy , con persecuciones y ataques mortales de estos jóvenes contra los viejos, exterminados sin piedad. Sin pensar que en todo anciano está el futuro de cada joven. Si es que no muere antes.

 

En un vídeo , veo cómo un joven rollizo le arrebata con fuerza su escuálida pensión a un jubilado en el portal de su casa, en Alicante . En otra noticia, es una mujer joven, cuidadora de unos octogenarios, la que los ha dejado en la miseria con latrocinios y extorsiones.

 

La carta de la Ministra Báñez sigue sobre mi mesa y no la voy a leer. No quiero que me hierva la sangre ni por un instante a causa de un papel que viene a ser, como tantas otras cosas, una cortina de humo para encubrir esta guerra, no sé si de cerdos , en la que estamos inmersos.

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