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La independencia de Chile

Por Alex Solar

 

El gobierno de Chile ha comunicado, el viernes pasado, que no reconocería la independencia de Cataluña, y ha reiterado “su apoyo al estado de derecho, al orden democrático y a la unidad de España”. Debo decir que no me asombra esta postura, ya que razones de alta política e institucionales (“que se proyectan en un futuro común en un amplio espectro de temas”, reza la declaración) lo hacen necesario y conveniente.


En la Historia de Chile, se habla de la independencia del país en 1810. Curiosamente, los chilenos celebran el 18 de septiembre cada año en conmemoración de dicha efeméride , que en realidad no fue más que un episodio previo a una larga guerra de liberación que se extendió hasta 1818, fecha en que las tropas conjuntas de los patriotas chilenos y argentinos derrotaron a las tropas realistas españolas en la localidad de Maipú, donde casualmente viví muchos años de mi infancia y donde hoy se levanta un enorme templo votivo que está dedicado a esa gloria patria.

 

En aquellos primeros años del S.XIX, las cosas venían mal dadas para el imperio hispánico. En sus colonias crecía el antagonismo entre españoles y sus descendientes aborígenes, los “criollos”, que no tenían derechos políticos ni ciudadanos. En el mundo soplaban vientos de libertad gracias a los escritos de los filósofos franceses Montesquieu, Voltaire, Rousseau y otros que propagaban una nueva concepción del hombre y el estado. La Revolución Francesa , en 1789 había marcado ya el camino sentando los principios de libertad, igualdad y fraternidad.

Por otra parte, la invasión francesa de España en 1808 por Napoleón, que puso en el trono a su hermano y tomó prisionero al monarca español, propició la ocasión para que los súbditos de América se levantaran desde México a Buenos Aires.


Sin embargo, en Chile todos estuvieron de acuerdo en defender el Reino y continuar siendo leales al rey don Fernando VII, aunque diferían en el procedimiento. Se formaron facciones o partidos, los “españoles”, partidarios del mantenimiento del Gobierno establecido y los “criollos” dirigidos por un Cabildo, que sostenía que debía crearse una Junta Nacional de Gobierno. Esta fue creada el 18 de septiembre de 1810, tras los excesos del Gobernador español que mandó a prisión a patriotas destacados acusados de sedición. El pueblo salió a la calle a exigir su libertad y al gobernante español no le quedó otra que renunciar a favor de otro español, un viejo militar que abrió las puertas a la independencia al convocar a instancias de los rebeldes un Cabildo Abierto o Junta de Notables.


Los españoles no cedieron en su empeño por mantener la colonia y poco después lanzaron una ofensiva militar, un intento de golpe que fue sofocado, lo mismo que sus sucesivos intentos de reconquista con gran despliegue militar. La independencia trajo a las mayoritarias masas autóctonas un nivel de libertades y progreso desconocidos hasta entonces, la imprenta, la Biblioteca Nacional, también institutos (que fueron cerrados durante la Reconquista española (1814-1817).


La verdadera proclamación de la Independencia fue, pues, el 12 de febrero de 1818 cuando el general chileno O´Higgins hizo un plebiscito mediante dos libros en blanco en el que firmaban los partidarios y los contrarios. No se registró ninguna en contra.

 

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