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La Naturaleza que oxigena el alma

Por Usoa Ibarra

 

Observar la naturaleza y su comportamiento siempre ha sido un ejercicio de inteligencia vital que nos hace conscientes de que no podemos vivir de espaldas a  la belleza creadora que nos rodea. Esto lo han entendido quienes han encontrado inspiración en el vuelo y planeo de un ave o en su plumaje para adaptar sus conocimientos de ingeniería y diseñar máquinas voladoras eficientes. La biomimesis es una vieja ciencia que en nuestros días  tecnológicos ha vuelto a poner en valor lo que la naturaleza ya ha creado y funciona. De esta forma, el hombre emula ese engranaje perfecto, altamente eficiente y no contaminante que va unido a todo lo natural,  y así inspirándose en el ecosistema ha dado respuesta a sus nuevas necesidades. Esto le ocurrió, por ejemplo, a George de Mestrel que tras un largo y duro día de caza por las montañas suizas observó al regresar a su casa que tanto su ropa como su perro estaban llenos de flores de bardana o cardo alpino. Una observación más detallada de los pinchos en forma de garfio que tenían esas flores le llevaron a idear el velcro (uno de los sistemas de cierre más populares en el mundo). Este ejemplo, o anécdota según se mire, nos puede dar una idea más exacta de cómo la naturaleza nos ofrece una solución a muchos problemas contemporáneos. Quizá por esto todo lo ecológico está de moda. Es más, podríamos defender que todo lo ecológico es inteligente, porque si somos sensibles con el medioambiente y nos conectamos con el entorno natural que habitamos, sacaremos más provecho de la vida. Y ya se sabe que donde hay vida hay inteligencia.

 

En el ámbito científico cada vez se toma más en cuenta el efecto espejo que genera la naturaleza en el progreso y en la innovación, pero además, esa influencia también está muy presente en el desarrollo holístico. La llamada biología de la conciencia está ayudando a vincular lo externo (La Tierra) con lo interno (El yo)  haciéndonos entender que es necesario fomentar la inteligencia naturalista para conectar con nosotros mismos.

 

No parece casual que las ciudades con mayor calidad de vida estén rodeadas de naturaleza exuberante, y que sus habitantes carguen las pilas tras una dura jornada laboral, paseando por frondosos parques donde el vertiginoso ritmo de la ciudad parece estancarse. El autor del libro “Jardisofia”, Santiago Beruete, cree que el jardín es una escuela para la felicidad cotidiana y que el  hombre y la naturaleza se han amaestrado mutuamente durante siglos de historia. Es imprescindible que entre ambos fluya un diálogo enriquecedor que nos dirija en el camino de la vida, porque cuanto más autorrealizados estemos, más respetaremos lo que la naturaleza nos ofrece altruistamente y  más fácil nos será encontrar nuestro verdadero lugar en el mundo.

 

 

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