La relación que no funciona
Por Francisco J. Chavanel
Pocos días después de las elecciones autonómicas Fernando Clavijo y Román Rodríguez tuvieron una conversación privada con el objeto de cerrar un acuerdo nacionalista con reflejo en las próximas elecciones legislativas e incluso en el gobierno canario que se configurará a finales de la semana venidera.
El encuentro fue fructífero, en buena armonía, y con sensaciones positivas. De hecho, Clavijo, cuando peor funcionaron los pactos en cascada con el PSOE, valoró la posibilidad de un gobierno en minoría con Nueva Canarias, con Rodríguez de vicepresidente, y con apoyos del grupo de Casimiro Curbelo y del PP desde fuera. Hasta ahí estaba dispuesto llegar José Manuel Soria, profundamente desquiciado por los pésimos resultados cosechados en las Islas.
El milagro estaba a punto de producirse. Tras doce años de separación, desde que Rivero le ofreciera a Román la Vicepresidencia de aquel gobierno presidido por Adán Martín, con competencias en Economía y Transportes, y que fuese rechazada en una larga noche en la que el orgullo y la pasión desmedida enfrentó a personas hasta hacía poco aliadas, todo daba a entender que la herida se cerraría, y que empezaría a cicatrizar ahora que ya era claro que CC se derrumbaba en Gran Canaria y que su lugar iba a ser ocupado por NC una prolongada temporada.
Pero después pasaron cosas. Fernando Bañolas no entró en el pacto del Cabildo de Gran Canaria rechazado por Antonio Morales, que prefirió a Podemos, lo cual no parecía un gesto demasiado amable cara a la confluencia… De repente, el escenario había cambiado. Ni Román Rodríguez ni Carmelo Ramírez, a través de los alcaldes sureños, controlaban la situación. A la fiesta se había incorporada el recién estrenado presidente del Cabildo, que había sacado 40.000 votos más que Rodríguez y que su hombre de confianza, Pedro Quevedo.
Morales no sólo rechazó a Bañolas. Despreció cualquier posibilidad de introducir en el grupo de gobierno a José Miguel Bravo de Laguna, pese a que Román había sido uno de los primeros propulsores de su proyecto contra Soria. Y el propio Román fracasó en su intento de hacerle ver a Pedro Quevedo que un pacto con una de las marcas blancas de Podemos en el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria podría derivar en un escandaloso fracaso. Morales hizo lo que le dio la gana y Quevedo también. Los empresarios locales, que sienten frío al perder la referencia de Soria, no saben qué pensar de Román: si él es el nuevo líder de la isla oriental por lo que habría que otorgarle todo tipo de apoyos, o bien si lo sensato sería esperar a la reflotación del PP –espera que podría ser infinita pues tras Soria no hay nadie con peso-, o confiar en que Clavijo liberalice la Economía y les permita invertir en proyectos hasta ahora vedados, para así no intrigar demasiado en una legislatura que promete bromas pesadas por lo desequilibrada que se presenta.
Si esto sucediera el enemigo a batir sería Morales, que impediría la implantación del gas y de otros proyectos bendecidos por los empresarios y el propio Román… Nueva Canarias se cuartea. No es un partido monolítico ni tiene un solo líder, ni siquiera un solo ideario o pensamiento. La entrada victoriosa de Morales significa un punto de inflexión en la organización que llevará al partido hacia los orígenes de lo que fue Asamblea Canaria.
Así las cosas lo que hace una semana parecía sencillo y tocable con los dedos, ahora se aleja hasta lo imposible. Los dos nacionalismos seguirán guerreando entre sí con mayor virulencia si cabe. NC cree que podrá subir dentro de cuatro años gracias a un rompimiento que, auguran, se producirá en CC… Los dos pueden acabar siendo unos magníficos ciegos, que es lo que suele ocurrir en estos casos. NC nunca entrará en la provincia occidental, y CC lo tiene casi imposible en Gran Canaria, donde se reparten 15 actas parlamentarias.
Lo fácil es entenderse. Es una obviedad. Sin embargo algunos ya apostaron por el precipicio en esta hora dulce, donde todo son halagos y veleidades.
