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Las armas de guerra


Por Alex Solar
 
 
Eran los años 80 y siendo reportero de un periódico balear en Menorca, me tocó entrevistar al número dos del gobierno socialista de entonces. Nos recibió en la villa que había alquilado a un paisano suyo, el dueño del Bar Andalucía, Manolo Escalona. Me llamó la atención de que el sitio no tuviera piscina, lo cual interpreté como un gesto de modestia o austeridad.
 

El hombre nos recibió con cordialidad pero sin excesivas atenciones. Las preguntas y respuestas de rigor transcurrieron en relativa calma hasta que me tocó el turno. Me armé de valor y tras un carraspeo nervioso le solté: “El gobierno al que Ud. pertenece ha estado vendiendo armamento a la dictadura de Pinochet, en Chile. ¿Cómo es posible esto viniendo de un presidente socialista que ha condenado el golpe de estado en Chile?”. El Vicepresidente tardó unos segundos en contestarme y tras echarme una de sus miradas de basilisco me espetó : “El que afirme eso, miente o está mal informado”. Punto. Nada más y a otra cosa, fin de la entrevista.
 

En estos días en que se conmemora el 44 aniversario de ese golpe de estado militar sangriento, un tuitero se ha encargado de recordarle a Pedro Sánchez a raíz de su homenaje a Allende,  lo que yo le había dicho a Guerra. Con el primer gobierno del PSOE  Chile adquirió 21 aviones de guerra, que a razón de seis anuales fueron ensamblados en el país. También se vendió una partida importante de elementos antidisturbios, tanquetas y otros que en total alcanzaron la cifra de 80 millones de dólares. Hasta 1984 Chile representó el 20 % de las ventas de armamento españolas.
 

Felipe González ha llegado a decir que en Venezuela el régimen de Maduro es más represivo que el de Pinochet. Pues no sé yo cómo sería si España les vendiera morteros, lanzacohetes, granadas , armas cortas y sistemas de puntería como los que él les vendió a los militares chilenos.
 

Días después de esa entrevista fallida, sin respuesta concreta por parte del líder socialista, estuve en el bar de Manolo, su ocasional arrendador. Me confesó que estaba arrepentido y avergonzado de haberle alquilado su propiedad al personaje. Como no tenía piscina, los inquilinos habían saltado la valla a la propiedad vecina, de un inglés que se encontraba ausente, y la habían usado.
 

Las contradicciones del PSOE hicieron que muchos votantes independientes que les apoyaron en aquellos tiempos se hayan volatilizado,  desencantados. A mí me enfurecían particularmente los modos de gobernar que tenían en esa isla balear donde las figuras del presidente del Consell y el alcalde de la capital no tenían contrapeso. Tirso Pons, el President, era un buen hombre, socialista de vieja escuela, pero nadie le tosía en las sesiones plenarias donde era como un Júpiter tonante. Borja Carreras, alcalde Maó, a quien le colgaron la etiqueta del alcalde más guapo de España (había posado como modelo en una ocasión) era un miembro de la elite social menorquina y se comportaba como un príncipe florentino agasajando a sus invitados VIP, como la Milá. De todas maneras, ambos eran todavía aceptables, en comparación con la mala educación y falsedad del “henmano”.
 

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