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Lo niego todo

Por Álex Solar

 

El informe de la fundación Foessa de Cáritas Español, me confirma lo que creía desde hace tiempo: que el crecimiento de la economía española es un embuste más. Que los “brotes verdes” de este régimen se los comen unos pocos, los de siempre, y es así como siete de cada diez hogares españoles siguen empantanados en esta crisis que dura ya más que las plagas bíblicas. Uno de los autores de este informe irrebatible, pues no he visto todavía un desmentido del presidente del gobierno ni de sus ministros del ramo, señala que “se ha normalizado que la gente lo pase mal”. Es la pura verdad, a nadie le extraña ya lo que ve a su alrededor. La familia es el colchón y el escudo que esconde y mitiga la miseria, soy la única persona que percibe ingresos en una unidad familiar de cuatro personas y tres animales. Mi hija pasó una larga temporada en Lanzarote por motivos familiares, y aunque encontró un trabajo en las condiciones habituales, a su regreso en tierra levantina, donde tiene su domicilio habitual, ha tenido que volver a pasar por el calvario de peregrinar por agencias, entrevistas de trabajo , etc. A sus pocos años reúne la “experiencia” que le piden, pero como es sabido, eso no suele bastar y el empleo, hasta el más modesto, se consigue actualmente por “enchufes”. El hijo de mi pareja, que convive con nosotros, engancha curso tras curso, en una formación ya no continua sino perpetua. Su madre, tras haber dejado de trabajar en la isla, a sus 50 años ya ha sido sometida al lento exterminio como persona con derecho al empleo, como tantos de su edad.

 

Sé de casos sangrantes, en Lanzarote, como el de una chica a la que despidieron porque descubrieron su embarazo. Otra, que enganchaba contratos interinos como maestra en una ciudad del Norte de España, sobrevive con un contrato precario y en una actividad que no se corresponde con sus méritos personales y profesionales. Aquí , otra mujer joven, madre soltera, tiene que ir y venir caminando al trabajo que le queda a varios kilómetros pues sus ingresos no le permiten ni un bonobus.

 

Hacienda no se compadece de mi situación, a lo mejor porque me empeño en vivir libre de ataduras y hago la declaración individual. Por el contrario, me acosa con requerimientos de esto y lo otro. Acudí en esta ciudad a una oficina de la burocracia estatal , encontré que en el apartado Información no aparecía nadie y que en la ventanilla que señalaba el tique no sabían explicar mucho más que “vaya

 

Ud. a esa otra ventanilla”. Uno vive en la inseguridad jurídica más desconcertante: un año desgrava algo, al siguiente lo quitan. Y Montoro tan contento, favoreciendo a los 31.484 “pececitos” gordos que le hicieron la piruleta a todos los contribuyentes. Hacienda no somos todos, sino los pringados, los de la nómina y los pensionistas.

 

Aunque las cifras de la macroeconomía nos pintan la vie en rose, las de la pobreza en España hoy no mienten. La mayoría vive en una economía de guerra, ahorrando lo indecible en la compra diaria, en el transporte y, en el consumo energético, que hace que miremos con terror el aire acondicionado (el mío ya tiene telarañas) y la consiguiente factura de la luz.

 

La inmensa mayoría de este país somos pobres de solemnidad en nuestros hogares, en los que para mayor INRI, siguen retornando los hijos pródigos.

 

Por eso, cuando me hablan de recuperación económica grito:¡ Lo niego todo!

 

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