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Lo que está pasando no es virtual, es real

Gloria Artiles

 

En el momento de escribir esta columna, Putin ha empezado a bombardear Ucrania y nadie se atreve en estos momentos a aventurar en qué va a acabar todo esto. Lo único en que coinciden dirigentes y expertos es que las consecuencias pueden ser totalmente imprevisibles. Europa y el resto del mundo nunca han estado en un momento tan peligroso desde la Segunda Guerra Mundial. La posibilidad de una nueva contienda internacional no es ciencia ficción, como tampoco lo es la pandemia que nos azota a la humanidad entera desde 2020.

 

Desde la irrupción del Covid, la humanidad se ha sumido en un grado de desconcierto que no sabemos manejar y el coronavirus ha sido el detonante que ha sacado a la luz el escaso nivel de conciencia en el que nos encontrábamos. Estamos ahora en una situación colectiva de indefensión y confusión cultural y moral ante acontecimientos que se salen de “lo conocido”. Somos tan frágiles y nuestro intelecto aún tan limitado que nunca creímos que nosotros pudiéramos ser víctimas de la peste y hemos dado por sentado que jamás volveremos a vivir una guerra civil o mundial. Pensamos infantilmente que eso ya les ocurrió a otros. Y asistimos anestesiados a todo lo que está pasando con una pasividad apabullante, una ignorancia inadmisible y una inconsciencia reprobable ante la posibilidad totalmente real, y no virtual, de una Tercera Guerra Mundial.

 

El ser humano contemporáneo ha logrado los mayores avances tecnológicos y económicos de la historia, pero se ha quedado anclado en una adolescencia mental, emocional y ética de tal calibre que nos hace incapaces de afrontar los retos y desafíos que nos clama a gritos el mundo. Las sociedades occidentales de hoy han sido invadidas por el narcisismo, y la consecuencia de esta exaltación ilimitada del “yo” es que la mediocridad, la zafiedad y la maldad campan por sus respetos a lo largo y ancho de la clase política, local, nacional y mundial. No es solo Putin. Es que está todo infectado de personalidades psicopáticas. Nada más hay que ver el episodio de autodestrucción en el que se ha sumido el PP en España con el ataque de dos necios egocéntricos a una compañera por brillar más (dicen que la envida es una declaración de inferioridad).

 

Como los ciudadanos estamos desarmados de capacidades y valores humanos genuinos, somos presas fáciles de la manipulación hábilmente construida por quienes se han entregado al poder y a la codicia sin reservas. Este desarme moral y cognitivo de la población ha provocado que, frente a las verdades apoyadas en evidencias fácticas, nos traguemos de un bocado las posverdades, y ha traído la hegemonía del pensamiento mágico que caracteriza a esta sociedad pueril e inmadura, que presupone que todo el mundo es bueno y que todo se resolverá algún día solo por tener (supuestas) buenas intenciones. Se nos está desdibujando la frontera entre el metaverso (esa especie de realidad virtual que nadie entiende) y lo Verdadero y Real. El ego ha creado sociedades enfermas, afectadas por patologías irresolubles si no empezamos a ser conscientes de que el actual nivel de mentira, inmadurez, baja autoestima, falta de empatía y odio nos va a destruir a todos a pedazos. El ser humano de hoy se siente impotente, confuso e inseguro, cree que no puede hacer nada. Pero no es cierto. Urge reconstruir al ser humano, salir del letargo, reconocer nuestra verdadera identidad y retomar el auténtico poder, propio e intrínseco, que nos han ido hurtando.

 

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