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Los Reyes “Okupas”

Por Usoa Ibarra

 

Me siento una minoría en un mundo al revés. Especialmente me ocurre cuando el abuso se hace ruido y silencia el buen criterio. Hace tiempo que lo políticamente correcto consiste en hacer caso del que más grita. Se ha impuesto el dominio del que es un agitador justiciero o del que es capaz de hacer más ruido. Estamos viviendo en la distorsión de los derechos colectivos, porque quien es capaz de reinterpretar la ley a su antojo, lo único que está haciendo es subjetivarla y extender la injusticia. Esto mismo es lo que pensé hoy al escuchar los testimonios de algunos “okupas” de viviendas de Playa Blanca. Vaya por delante que me sumo a los que piden a las autoridades que se estudie cada caso y se esclarezca quién realmente vive un drama personal para verse obligado a usurpar lo que no le pertenece por verdadera necesidad, y quién por el contrario, se ha subido al carro del “café gratis para todos”.

 

 

En este último caso, la solidaridad y el buenismo sobran, ya que resulta insultante que la  picaresca se disfrace de precariedad. Hoy se me caldeaba la sangre escuchando a algunos de esos  “okupas” decir que ellos actúan contra las ratas de la Banca, mientras demuestran su intención de vivir como ricos a cuenta ajena. ¿Qué dignidad representa alguien que roba agua para llenar una piscina? ¿Cómo de sensibles tenemos que mostrarnos ante quienes imponen su ley a golpe de patada en la puerta de otro? ¿Se puede ser empático con un “okupa” que realquila una propiedad ajena?

 

 

El verdadero drama no es que se “okupen” viviendas, sino que las autoridades no quieran ver o que se pongan del lado de quienes aumentan los desequilibrios no respetando las reglas del juego. Claro que esto nos obliga a volver al principio de este artículo y a preguntarnos si se va a seguir pidiendo comprensión y paciencia al legalista-cumplidor  para favorecer que los que se cuelan por la brecha antisocial sigan viviendo de la sopa boba.

 

 

Para mí, precisamente un antisocial es aquel que no respeta a la sociedad organizada y que dilata sus derechos individuales hasta el autoritarismo de sus ideas. Es aquel que confunde vivir en comunidad, con vivir en una comuna. Un antisocial es el que solo acepta sus propias reglas de comportamiento y a la vez se victimiza describiéndose como un incomprendido.

 

 

Cuando se alimenta una sociedad donde la buena educación es un valor en extinción, e incluso, practicarla motivo de mofa, o cuando se alienta a cualquiera a exigir un status que no se ha trabajado, estamos premiando la mala conducta y arrinconando al que realmente actúa en provecho de la colectividad, porque simplemente intenta hacer las cosas bien. O acaso ¿vamos a hacer extensible la idea de que el ciudadano pagador es un pringado? ¿Por qué los políticos no protegen al cumplidor?

 

 

Lo realmente  peligroso  es que el que ostenta democráticamente el poder permanezca inactivo ante los “abusones” (que por cierto pueden ser ricos y pobres). Por eso me hartan aquellos  que imponen sus exigencias y redactan sus listas de derechos a discreción, esperando que alguien salga a su rescate. Cansada de que los “caraduras” se apunten al carro de los que dicen que hay que erradicar a “la mafia” del capitalismo, mientras ellos están dispuestos a tapar sus propias bocas con un buen fajo de billetes.

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