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Más empresarios y menos políticos empresarios

 

Por Antonio Salazar

 

Resultan curiosas las reclamaciones de los hoteleros, dizque empresarios, de la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Con la excepción de su vicepresidenta Victoria López, empeñada hace tiempo en la exigencia de una mejora razonable del Aeropuerto Tenerife Sur llamando al orden a las administraciones para que cumplan su papel, el resto de compañeros de junta directiva arremeten con inusitada saña contra otras empresarios o piden regulaciones de manera sistemática.

 


Ha sucedido con su petición para que sea creada una comisión integrada por el Gobierno de Canarias, el Gobierno Central, la propia patronal y las aerolíneas para que “no nos tomen el pelo con los precios”, justo después de denunciar que se han incrementando los costes para los pasajeros del transporte marítimo interinsular. Todo muy coherente, claro está. Los precios del petróleo están subiendo y las tasas que pagan los operadores en los aeropuertos funcionan como un notable peso muerto que apenas sí son reducidas en este juego redistributivo en que se han convertido las obligaciones de servicio público y su corolario, el descuento a residentes. Mucho más útil sería, probablemente, hacer desaparecer unas y otro mientras que AENA debería rebajar apreciablemente las tasas que cobra. Operaría el milagro de la competencia sin dañar intereses de terceros, aquellos que son obligados a pagar la fiesta, personas que no pueden o no quieren viajar pero que pagan impuestos de forma obligada para que otros se desplacen por una fracción de un coste indeterminado por culpa de la interferencia en los precios de tanta política. Dicho lo cual, abierta la sugerencia a los desdichados controles de precios, bien harían estos neointervencionistas en exigir lo mismo en aquellos establecimientos hoteleros que hayan contado, no son pocos, con subvenciones vía programas españoles o europeos a la hora de su edificación. O, todavía mejor, sugerir que los pagadores de impuestos podamos disponer de habitaciones en estos hoteles sin tener que abonar la totalidad de su importe.

 


Los hoteleros tinerfeños, también, han recordado su posición sobre el alquiler vacacional, haciendo hincapié en aspectos que pasan por alto la verdadera naturaleza de la competencia. Las nuevas demandas de los consumidores habrán de satisfacerse por parte de empresarios avispados que crean que se deben a los clientes y no a jugar a la política. Esto con independencia de que el dueño de la vivienda sea “doña Manolita”, algunos fondos de inversión o entidades financieras porque nada hay escrito sobre que la actividad turística deba ser desarrollada por hoteleros de manera exclusiva. Es más sencillo capturar legisladores que competir pero son tiempos en los que se debe agudizar el ingenio para que los clientes vean satisfechas sus expectativas. Quienes eligen Airbnb, por ejemplo, no solo buscan ahorro económico, también prefieren casas para alojarse, aman el consumo colaborativo, buscan novedades prácticas o son amantes de las novedades interactivas, según el estudio “Why tourists choose Airbnb: A motivation-based segmentation study underpinned by inovation concepts, del profesor Guttentag (disponible en la red). Aparte de otras muchas variables estudiadas, los viajeros que usan la popular plataforma de intercambio pasan en promedio un 26% de tiempo más en el destino que los turistas convencionales. El mundo está cambiando porque lo hacen las personas que habitamos en él, las preferencias y gustos no tienen razones para ser inmutables, antes al contrario, son cambiantes y dinámicas, solo los empresarios genuinos y merecedores de tal nombre podrán estar a la altura de los tiempos. Se puede intentar competir o se puede seguir jugando a político tratando de paralizar el progreso pero hoy parece que apostar por esto último sea darse un tiro en el pie. Más empresarios y menos política, por favor.

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