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Nervios

Francisco Pomares

 

Falta un año para las próximas elecciones en Canarias, pero algunas señales –los nervios desatados, por ejemplo- parecen indicar que el Pacto de las Flores no las tiene todas consigo. La señal más importante es –sin duda- la que adelanta la caída general del voto de izquierdas en todo el país. En Canarias los resultados de las elecciones regionales suelen evolucionar siguiendo las pautas que definen los resultados nacionales. En las islas el PSOE gana cuando se sube a la ola de un PSOE victorioso, y lo hace el PP cuando es el PP quien gana a nivel nacional. En las dos últimas elecciones regionales, la situación cambió ligeramente como resultado de la entrada en el juego de los partidos de la nueva política, pero para ellos también operan los impulsos que marcan las elecciones en todo el país, y la tendencia en estos momentos es un retroceso creciente de la izquierda, unida a un aumento sustancial del voto de la derecha, del que se beneficia más el PP que Vox, al producirse la captación de votantes de Ciudadanos, un partido que parece condenado a dar sus últimas boqueadas en las próximas legislativas. En Canarias, la caída del voto de izquierdas perjudicará a los tres partidos que se definen como de izquierdas: el PSOE, Podemos y Nueva Canarias. El PSOE y Podemos perderán votos y representación siguiendo la estela del retroceso de ambos partidos en el patio nacional, que ya hemos visto en Madrid y Galicia, y probablemente veamos el próximo domingo en Andalucía. Aunque el PSOE sume parte de los votos de Podemos allí, como vaticinan algunas encuestas, es poco probable que la suma de la izquierda mejore sus resultados. Nueva Canarias se verá menos afectada por el retroceso nacional de la izquierda. Primero, porque no es exactamente un partido al que los votantes identifiquen como de izquierdas y además lo que prima es de carácter local. Es poco probable que Nueva Canarias se hunda, como puede ocurrirle a Podemos en Canarias, pero tampoco parece probable que pueda crecer sustancialmente, y quizá pierda el escaño que logró obtener en Fuerteventura como resultado de un acuerdo hoy roto con un partido majorero. Los resultados nacionales no afectarán especialmente a su electorado, aunque si podría modificarse su representación en el Parlamento, al producirse una mayor concentración del voto en el PP y Vox, dos partidos hoy infrarrepresentados en la Cámara regional, que sin duda mejorarán sus actuales resultados después de las elecciones regionales. Ambos crecerán siguiendo lo que vemos en política nacional, aunque es probable que Vox no alcance unos resultados tan importantes como en otros lugares. Sería bastante sorprendente que Vox logré en Canarias obtener más de la mitad de los diputados que finalmente consiga el PP. Y en cuanto a Coalición Canaria, el voto nacionalista se mueve en las islas desde la constitución de Coalición Canaria nunca por debajo del 30 por ciento y nunca por encima del 35 por ciento. Es un voto muy estable que no cambió ni siquiera con la secesión de Nueva Canarias, aunque ahora ese porcentaje de la tarta se divida entre ambos nacionalismos. Desde 2015 ocurre en el entono de 2 votos a favor de Coalición por cada voto a favor de Nueva Canarias, como resultado de la mayor implantación de Coalición en todas las islas menos Gran Canaria. Es poco probable que se pueda producir cambios sustanciales en ese reparto del voto, con lo que el próximo Gobierno de Canarias seguirá probablemente las reglas tradicionales.

 

Es decir, que o tendremos un Gobierno fruto de la evolución del voto a nivel nacional –un gobierno de derechas, con Coalición y la gente de Curbelo- o si Vox impide ese formato por la presencia de nacionalistas, tendremos entonces un gobierno del PSOE y Coalición Canaria.

 

Ambas opciones –y es bastante obvio que el PSOE apuesta de nuevo por la segunda- tiene a los socios minoritarios del pacto –y a sus apoyos- absolutamente de los nervios. Eso explica la hipervitaminada difusión de algún chusco episodio nocturno de estos últimos días, o la fantástica hipótesis de la traición herreña de Narvay Quintero, a la que se han abonado algunos, como opción sustitutiva al papel arbitral de Curbelo. La mala noticia es que tras las próximas elecciones, el partido puede jugarse sin árbitro

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