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País de locos

Por Álex Solar
 
 
Un viejo amigo me llama una de estas tardes desde su masía en una localidad rural de Barcelona: “Este es un país de locos”, me dice. Y tras contarme sus impresiones del “procés” (pronúnciese “prusés”) y su última incursión en los menús de siete estrellas Michelin en el restaurante de la Carme Ruscalleda, quedamos en vernos algún día de éstos para comer calçots (“calsots”), que como Uds. saben es un manjar  labriego, una variedad de cebolla que se produce en Cataluña y que para degustarla es preciso usar una especie de babero.
 
 
Jordi es un viejo “soberanista” y desde que lo conozco lleva puestas la barretina y la “estelada” en la cabeza y en la mano, aunque a simple vista no se ve. De modo que nos ponemos cómodos en nuestros respectivos sillones, él en el del Casal de su pueblo y yo en casa , hablar de la “cuestión social”, como decía ese viejo tango.
 
 
Me dice que lo del profesor (creo que se llama Casasnovas) enjuiciado por haberse dirigido en catalán a una pareja de policías nacionales en el aeropuerto del Prat es un despropósito más de los que van jalonando esta larga carrera hacia ninguna parte que es la disputa lingüística y territorial entre los suyos y el estado español. Mi amigo está muy harto y quiere que se acabe pronto, que no halla las horas de que llegue el día de la independencia. Entonces no tendrá que escribir “espanyola” en la casilla de los formularios donde le piden que ponga su nacionalidad. Y puede que la administración catalana que está por venir sea más benigna con los pecados de su pasado empresarial.
 
 
Como es un domingo de primavera y aún andamos resacados con el cambio de hora, nos despedimos con buenos deseos hasta otro momento en que volveremos a hablar del gobierno. O con suerte para él, de la alborada de una nueva nación que se levantará para golpear en la puerta de Europa y del mundo, liberados al fin de la España borbónica de charanga y pandereta. Dios le oiga , que el Diablo se haga el sordo y se abstenga de meter su sucia cola en la urna del referéndum soñado.
 
 
Estas charlas telefónicas son el sucedáneo de las antiguas que se prolongaban por noches enteras bajo el cielo balear donde nos juntó el destino en barras de bar y terrazas. Yo le cuento las cosas como las veo, con mis ojos de inmigrante que se va a comer esta tierra para la cual siempre seré extranjero. Que en Chile también había aristocracias obreras, como los trabajadores del cobre y los camioneros, que acabaron por darle la puntilla a un gobierno socialista desarbolado. Los estibadores son sus clones en España, donde  el obrerismo añejo de la izquierda los jalea y protege, mientras el gobierno trata de sobornarlos a cuenta de las desnudas arcas de la SS. Existen otros gremios acorazados , herederos de un proteccionismo antiguo, como los taxistas, poderoso y temible monopolio frente a los trabajadores precarios y tecnologizados de Uber. “País de locos, esto no hay quien lo entienda”, nos decimos al unísono  para despedirnos y colgamos.
 

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