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Pensiones y pensionistas

 

A Babor, por Francisco Pomares

 

El pasado jueves, los jubilados y pensionistas se movilizaron con multitudinarias manifestaciones en toda España, plantando cara al Gobierno con más de ochenta concentraciones y manifestaciones para exigir un cambio en la reforma del PP de 2013, que supuso acabar con el compromiso de Zapatero de que las pensiones subieran un 0,25 por ciento por encima del Índice de Precios al Consumo. El PP limitó las subidas a un 0,25 por ciento, al margen de las subidas del IPC y con un escenario macroeconómico que permitía pensar que la decisión supondría un ahorro de 34.000 millones de euros en siete años. Justo, casualmente, la cantidad que en aquel momento se esperaba fuera a costar el rescate bancario, para el que el Gobierno llego a pedir hasta cien mil millones de euros a Europa. Fue una operación de ajuste de caja tan burda, que permitió decir que serían los pensionistas y jubilados los que pagaran el rescate de los bancos con la sangría de sus pensiones.

 

Lo cierto es que la recesión económica fue mucho más grave de lo esperado, pero a pesar de eso, los precios del consumo nacional mantuvieron su crecimiento ininterrumpido. Las pensiones resistieron la crisis mejor que los salarios, es cierto, pero fue el extraordinario sacrificio de los mayores lo que permitió evitar situaciones terribles en algunas familias, en las que las pensiones llegaron a ser el único ingreso disponible. La situación mejoró levemente para los pensionistas cuando la economía empezó a mejorar: en 2014, el PIB subió un 1,4 por ciento, y el IPC bajó un punto, lo que supuso un incremento del poder adquisitivo del 1,25. En 2015 el PIB subió un 3,4 por ciento, y el IPC se mantuvo estable. Pero en 2016, con la economía ya en clara recuperación el PIB subió un 3,3 y el IPC volvió a subir un 1,60. Los pensionistas y jubilados perdieron en 2016 las pequeñas mejorías logradas los dos años anteriores. La tendencia se repite en 2017, con un 0,6 de incremento del IPC. O sea, que los datos demuestran que son falsos los análisis que aseguran que los pensionistas lograron aumentar su poder adquisitivo durante la crisis. No es cierto. Eso solo ocurrió en 2014 y 2015. Desde la reforma del PP en 2013, el IPC ha crecido un 2,1 por ciento, y las pensiones solo un punto.

 

Para reclamar un retorno al sistema anterior -subir las pensiones el IPC más un 0,25- miles de jubilados y pensionistas han salido a las calles de las principales ciudades, y anuncian nuevas movilizaciones el 15 de marzo.

 

Pero el problema de las pensiones hoy no acaba solo en su adecuación al IPC; tiene también mucho que ver con el colapso de un sistema que ha saqueado estos últimos años la reserva de la caja de pensiones, y que parece tender a lo insostenible. No solo porque adaptar las pensiones al IPC supone aumentar el gasto, que actualmente se sitúa en 9.000 millones mensuales, y choca con el déficit brutal de la Seguridad Social, próximo a los 18.000 millones. También porque el sistema actual paga las pensiones altas muy altas y las bajas muy bajas, y porque hoy la pensión media española es superior al salario medio que la sostiene, un verdadero contrasentido. Mantener y mejorar el sistema de pensiones no requiere solo trasladar el peso de las pensiones al presupuesto, pagándolas con los ingresos generales del Estado. Requiere sobre todo mejorar la economía real de los trabajadores y sus cotizaciones. Quizá alguien debiera decir que para pagar pensiones más justas sin que el sistema colapse, lo primero que hay que hacer es derogar la reforma laboral.

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