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Querida mía  

 

José María de Páiz

 

Llegado a este punto, no me puedo resistir a decirte lo que pienso.  Ya se les escucha a todos proponer fórmulas  para tu salvación. Reconocen tu enfermedad, creen tener el diagnóstico y por tanto, el remedio.

 

Les he oído comentar que tu cara es hermosa como pocas en esta zona del  África Occidental,  “la marina más bonita de Canarias”, dicen.  ¡Claro que sí!, eso no lo pongo en duda. Los arrecifes, las pequeñas caletilla, la playa del Reducto y un sol que  casi siempre majestuoso, se duplica en el reflejo del Océano Atlántico que nos bendice. Un mar que cuenta hermosas y crueles historias de piratas que arrasaron la tierra, de conquistadores que esclavizaron a los indígenas, de bravos marineros que zarparon en busca del alimento en el fondo de los mares que luego procesaban en industrias, de buques que llegaron con la prosperidad del comercio y el turismo… En definitiva, la historia de tu vida y tus habitantes. No había necesidad de operarte, ni tan siquiera de maquillarte, sino de tratarte con un poco de cariño o, mejor aún con algo de corazón.

 

Nadie se dio cuenta de que crecías y de que tal vez precisaras de ayuda en tu nueva condición. No sé cuándo fue el momento y quiénes los responsables pero se olvidaron de ti. Pisotearon tus calles y aceras sin descanso y, lo que es peor, sin reparo alguno. Tus entrañas revientan con la lluvia porque nadie ha sabido repararte ni reinventarte. No se ve por tus calles cuando la luna es quien manda  en el cielo. Los muros de tus viviendas se caen en el agrietado suelo.

 

Dicen algunos que todos tus males son los males del progreso. ¡Excusas!  Que los que habitamos tu piel nos hemos convertido en una especie de  cáncer que aún pudiendo actuar sobre él, por alguna extraña razón nadie lo hace, algo que comparto. Eso sí, desde hace décadas aparecen doctores de izquierdas, de centro, de derechas, nacionalistas y de lo que haga falta, que dicen tener la fórmula para que vuelvas a sonreír. Ellos centran el debate en abrir o cerrar una avenida. ¡Vale! Algo habrá que hacer con eso, pero supongo que también tendremos que reparar algún parque y hacer otro, para niños y adultos. Preparar las calles para caminar sin darnos codazos o adaptar las aceras  para que las sillas de ruedas y los carros de niños puedan transitar sin problema…

 

 

Pero nada, después de casi medio siglo pisando tus calles nadie ha estado a la altura de lo que te mereces no por guapa, sino por buena y por haber soportado un maltrato sistemático durante ya demasiados años, mi querida Arrecife.

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