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Solo puede quedar uno

Por Francisco Pomares

Publicado en El Día

 

 

Al final, antes incluso de lo previsto, la oposición a Asier Antona se ha puesto de acuerdo y ha cerrado filas en torno a Cristina Tavío. El exalcalde Cardona, que parecía arrancar con más fuerza, ha sido el primero en desfondarse, quizá sorprendido por la dificultad para conseguir avales. A punto estuvo de no sumar los noventa... Todo indica que se ha apartado de una pelea que probablemente sabe perdida. Hernández Bento, después de unas semanas de campaña muy agresiva, denunciando abusos de poder en la organización del Congreso y maniobras para evitar que llegaran a coger fuerza las candidaturas de la oposición, anunció el viernes que suma sus parcas huestes -y muy probablemente su agraciado perfil- al cartel electoral de Cristina Tavío.

 

La cosa se va aclarando: la pelea a cara de perro que enfrenta al PP canario se materializará, entonces, entre Cristina Tavío y Asier Antona, dos típicas criaturas de la organización partidaria. Nada nuevo bajo el sol: quien se trajina el día a día en los partidos es quien al final se lleva el gato al agua de los votos de los afiliados. Es así en el PP y en todos los partidos en los que se ha impuesto una forma u otra de primarias. El problema es que no siempre quienes se curran la vida partidaria son los mejores candidatos a dirigir los partidos, o los mejores candidatos electorales. El liderazgo que surge de la política interna de los partidos no se corresponde de forma natural con el liderazgo social, entre otros motivos porque el liderazgo interno suele estar demasiado orientado al interés medrador de los propios afiliados, o a empatizar con la hiperideologización que caracteriza a las bases, especialmente en los partidos de izquierda. Los líderes sociales lo son, en la mayor parte de los casos, cuando logran sobrepasar el discurso netamente partidario para hacer un discurso más abierto a los intereses de las mayorías sociales. Claro que hay excepciones: Soria, por ejemplo, fue un extraordinario candidato del PP, ganó elecciones al Ayuntamiento de Las Palmas, al Cabildo de Gran Canaria y al Gobierno regional. Fue de hecho el candidato más votado tras su salida del Gobierno, cuando un Paulino Rivero que había quedado en segundo lugar pactó con un PSOE que había quedado tercero. Es cierto que Soria fue un candidato muy lastrado por su dureza y agresividad, pero su protagonismo en el PP, su control del partido, vino dado por su capacidad de ganar elecciones, no por el peso que tenía en los comités locales. No está nada claro que los dos candidatos que se enfrentan ya a muerte en las redes sociales y en los medios tradicionales tengan la capacidad de despertar el entusiasmo de los votantes. Las primarias eligen candidatos dividiendo y enfrentando en el seno de los partidos a quienes controlan sus aparatos, no necesariamente a los mejores. Es algo que hemos visto ya en otras fuerzas políticas.

 

Ahora el PP canario se enfrenta -por primera vez en su historia- a una elección realmente abierta. Y la percepción es que Antona y Tavío están dispuestos a llevar su pelea hasta las últimas consecuencias. Antona actúa desde la posición que le da el contar con el apoyo de Génova y el control del aparato canario del PP. Y Tavío parece haber roto todas las ataduras, incluso las dialécticas, aunque en los últimos días ha moderado el radicalismo de sus denuncias, quizá por indicación de Madrid. Después de una guerra de avales ganada por goleada por Antona, pero con perfiles muy confusos, el día 2 de marzo tendremos un primer indicio de cuál es la relación real de fuerzas. Quizá sea suficiente para saber quién va a ganar.

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