PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Sueldo vital


Por Alex Solar

 


Menudo pifostio se ha montado con la implantación en España de un sueldo mínimo de 900 euros. Yo me pregunto si es para tanto y más aún, y esta es una pregunta del millón para los economistas de todo pelaje (neoliberales, keynesianos, etc.) o a la señora Lagarde, si por alguna regla de tres o de cálculo resulta posible establecer con cuánto dinero al mes se puede salir adelante , no diré de una manera airosa y ni siquiera decente , sino raspando y por los pelos. Me gustaría que los que critican esa parte de los presupuestos intentaran vivir dignamente con menos cantidad o con ésa.


En Chile, en 1937, se promulgó una ley que creaba un salario mínimo llamado Sueldo Vital, entendido como “ el necesario para satisfacer las necesidades indispensables para la vida del empleado, alimentación, vestuario, y habitación y también las que requiera su integral subsistencia”. El escritor chileno Carlos León, maestro de la novela realista de su país, tituló Sueldo Vital, a uno de sus relatos publicado en 1964 , donde narraba la mediocridad aplastante de la existencia de los asalariados que percibían el exiguo salario llamado pomposamente de esa manera. A fin de mes no se llegaba y menos aún si caían en tentacionescomo reuniones de los compañeros de oficina , alguna amistad femenina , cenas y alguna copa. El sueldo vital con el tiempo se transformó en un lamentable “sueldo mínimo”, que en 2011 equivalía a dos canastas de alimentos para una familia de cuatro personas. Suponiendo que no tengan deudas y que perciban subsidios para la sanidad o el agua potable, por ejemplo, , les alcanzaría para pagar una habitación, un kilo de pan al día , transporte de ida y vuelta al trabajo para una persona, 10 litros de leche y algo de combustible, más la factura de la luz. El ingreso mínimo ha aumentado desde entonces, pero esos 300 mil pesos, equivalentes a 381 euros no son tampoco para tirar cohetes.


Conocí al escritor Carlos León, compañero de tertulias de mi padre en Valparaíso y recuerdo su aspecto burgués, siempre encorbatado y vestido con elegantes americanas de estilo inglés. Lo que contrastaba enormemente con la modestia de su hogar, un pequeño chalé en un barrio de clase media, y de su mesa donde el plato para los invitados eran unas humildes lentejas.


Como muchos escritores, malvivía de su profesión, la abogacía, en una empresa pública y dando clases. No es casualidad que admirara a Baudelaire, que vivía en la cuerda floja y que calculaba que en su vida prolífica en obras nunca había llegado a ganar más que un pobre peón. Huyendo siempre de los acreedores, el poeta francés tuvo más de treinta domicilios en París y hubo un mes en el que se mudó seis veces. Pero era fácilmente reconocible por su figura de dandy, ropas gastadas pero muy elegantes. Otro maldito, Edgar Allan Poe, contemporáneo suyo, vivió situaciones económicas más angustiosas que sus famosos cuentos y poemas. Encerrado en una minúscula cabaña con su esposa moribunda de tuberculosis, estaba cansado de buscar colaboraciones en periódicos, de ir de una ciudad a otra, acosado por las deudas. A veces tomaba el tren a Nueva York para conseguir algo de dinero, que le publicaran un cuento, pero las más de las veces se pasaba el tiempo ocupándose del jardín y dando paseos por el campo.


Si la vida de los trabajadores de a pie es azarosa, la de los obreros de las artes o del intelecto lo es más aún, en ocasiones. Y un salario de 900 euros ni siquiera es “vital” en estos tiempos en los que nos azotan con impuestos que son pura avaricia y usura a cambio de servicios tercermundistas, facturas de energía que son robos puros y duros, y horarios interminables, verdadera esclavitud, por un puñado de euros que se van entre los dedos antes de que llegue el día 30.

Comentarios (11)