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Talibán Morales

Por Francisco Pomares

 


El presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, ha enviado sendas epístolas a Werner Hoyer, presidente del Banco Europeo de Inversiones; a Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, y a Jean-Claude Junker, presidente de la Comisión Europea, en la que solicita formalmente que el Banco Europeo de Inversiones cancele el préstamo de 125 millones de euros concedido a Redexis, la empresa concesionaria de las instalaciones de aire propanado canalizado en Canarias. En esas cartas, Morales reclama que el Banco Europeo de Inversiones no financie una operación que -según Morales- es contraria a la lucha contra el cambio climático, al permitir la implantación de un combustible fósil altamente contaminante.

 

Lo cierto es que el proyecto de Redexis no implanta el aire propanado en Canarias. De hecho, hace tiempo que existen en las islas dos plantas para la producción de este combustible, que se distribuye embotellado -igual que se hace con el gas butano de Disa- y con absoluta normalidad en el Sur de Tenerife y Gran Canaria, sin que el Cabildo grancanario haya dicho ni pío hasta la fecha. Las emisiones de CO2 en Canarias no son fruto del gas propanado, usado fundamentalmente en la producción de calor. Son consecuencia de la producción masiva de energía eléctrica en las islas utilizando fueloil y gasoil, combustibles actuales de las centrales térmicas de ciclo combinado. Morales ha frenado desde hace años el uso de gas natural en esas centrales, oponiéndose a la creación de gasificadoras, necesarias para proveerlas de gas natural. No es Morales, desde luego, el único responsable del extraordinario retraso que Canarias arrastra en materia de uso del gas como sustitutivo de los muchísimo más contaminantes fueloil y gasoil. Las centrales de ciclo combinado que hoy producen la electricidad de Tenerife y Gran Canaria cuentan con sistemas para utilizar gas natural, pero hubo que adaptarlas al consumo de gasoil, a la espera de que se crearan las gasificadoras.

 

Cada día que las centrales de Granadilla, Caletillas, Arinaga y el Barranco de Tirajana consumen fuel o gasoil contaminan un 30 por ciento más de lo que lo harían si consumieran gas, además de emitir el venenoso dióxido de azufre y partículas altamente contaminantes que el gas no emite. Morales no se opone a instalar el gas porque busque la eficiencia ecológica, lo hace porque ha convertido el gas en una suerte de combustible perverso, ocultando que lo realmente perverso es que hoy quememos fuel y gasoil. En ese sentido, la guerra de Morales contra el gas es una guerra talibán, tiene poco que ver con la ecología: hace años que su delirio impide la utilización de un combustible más eficiente y menos contaminante que los que hoy quemamos. Se ha instalado en un maximalismo absurdo que consiste en elegir que siga lo peor, antes que optar por fórmulas que, sin ser óptimas, son mucho mejores y menos contaminantes que lo que hay. Y además son posibles: 30 o 40 años más quemando gasoil (el tiempo requerido para que el 70 u 80 de la electricidad producida en Canarias proceda de fuentes renovables) sí es un verdadero crimen ecológico. A Morales eso le da igual: enfrentarse al gas le resulta -al parecer- electoralmente rentable. Ahora la ha cogido con el aire propanado. Quizá consiga que se le retire el crédito europeo. Acabará por prohibir los mecheros, siempre que sean de gas.

Solo recordarle que los de gasolina contaminan mucho más.

 

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