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Tormenta sobre el Vaticano

Por Alex Solar

 

Una tormenta se cierne sobre el Vaticano, y como ocurre con estos fenómenos atmosféricos tiene un nombre : George. Y apellido, Pell, pues se trata del cardenal australiano que Francisco ha puesto al frente del “dicasterio” más poderoso, es decir una especie de ministerio dedicado especialmente a manejar los bienes de la entidad o estado vaticano. El Prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede, conocido por sus pares cardenalicios como “Big George” por su corpulencia que le sirvió cuando era jugador de rugby en sus años mozos, cuando ayudaba en el bar familiar de la ciudad de Ballarat, es definido también en su círculo como “listo, inteligente y astuto”, cualidades que le sirvieron para escalar en las jerarquías eclesiásticas desde que salió del seminario en los años 60. Estudioso, se doctoró en Oxford en Historia de la Iglesia , que agregó a un máster en la Universidad australiana pública de Monash y a la licenciatura en la Universidad Urbaniana, católica, de Roma. Con estos pergaminos y su capacidad para la intriga se granjeó los apoyos necesarios para llegar a ser arzobispo de Melbourne en 1996. De talante ultraconservador, no tardó en hacerse conocido por sus declaraciones sorprendentes. Echando balones fuera ante los abusos sexuales protagonizados por eclesiásticos, muchos de ellos amigos y conocidos de su propio entorno, afirmó que “no es un problema de la Iglesia, sino de la implacable difusión de la pornografía”. Capítulo aparte lo constituyen sus opiniones sobre otros aspectos, como el Islam (“una religión belicosa por naturaleza”) o el cambio climático, que el papa trató en una encíclica ambientalista ( Laudato si) y que Pell no vaciló en criticar abiertamente.


En 2010, el también llamado “Ranger del Papa Benedicto” abandona el hemisferio sur para trasladarse a Roma, donde busca lujosos aposentos para iniciar su carrera como prefecto de la Congregación de los Obispos, puesto clave en la jerarquía de la curia. Pero algunos obispos, preocupados por la mala imagen que proyecta Big George a raíz del escándalo de los abusos, en los que se ha puesto de perfil, abortan la operación y el papa lo compensa poniéndolo al frente del grupo de quince cardenales que controla las finanzas vaticanas. Su fama de experto financiero le ayuda a sobrevivir a los “Vatileaks” que lo acusan y consigue la confianza del pontífice argentino sucesor de Benedicto, que lo introduce en el selecto círculo “mágico” denominado C9, el grupo de purpurados consejeros de la más alta confianza del jefe de la Iglesia universal fundada por Pedro.


George Pell es apartado de esta manera de su jurisdicción anterior, donde las cosas se están poniendo muy difíciles por el escándalo. Un “paracaídas de oro”, como dice el periodista de investigación Emiliano Fittipaldi, autor de varios trabajos sobre la corrupción vaticana que le valieron ser enjuiciado por los tribunales de ese estado y luego absuelto por “defecto de jurisdicción”, ya que debía haber sido sometido a la justicia italiana. En su libro “Lujuria, pecados, escándalos y traiciones de una iglesia hecha de hombres” el periodista del Corriere della Sera, desvela la vida y milagros de este jerarca católico que no tendría nada que envidiarle a aquellos de la época de los Borgia. Big George está sentado en el banquillo y parece que las acusaciones de conducta impropia revelados por testigos y víctimas y que ha recogido la fiscalía australiana podrían acabar con su fulgurante carrera, prolongada hasta los 76 años que tienen la actualidad.Mientras se siguen desarrollando las etapas del proceso, el papa Francisco calla y le da el beneficio de la duda, es decir en latín “in dubio pro reo”.


Una vez que ésta y otras actuaciones judiciales den resultado, Francisco no podrá callar por más tiempo, como lo hizo también en Chile rechazando los testimonios de las víctimas por “falta de pruebas”. Un huracán de lodo y vergüenza podría sepultar a su Iglesia, que tiene ente sí el mayor peligro desde la Reforma.

 

 

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