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Turismo de calidad o turismo a granel

Por Alex Solar

 

 

Me escribe un profesional que vive el mundo del turismo en contacto directo con los visitantes y con la realidad de las empresas del sector en la isla: “16.000 cruceristas para un solo día. ¿No te parecen demasiado conociendo Lanzarote? Dicen que han permitido a todos los taxistas, de manera excepcional, trabajar en el muelle y yo me pregunto: ¿Qué servicios mínimos han dejado en el resto de las paradas, si lo han hecho? Porque ya un jueves normal, en Playa Honda, cuesta conseguir un taxi. Por otro lado, dicen que uno de los cruceros tendrá que atracar en uno de los muelles de carga y descarga que no está preparado para pasajeros y yo vuelvo a preguntarme: ¿Esto no se puede programar para que vengan en forma escalonada a lo largo de la semana y sobre todo que no coincida con el día de mayor tráfico en el aeropuerto? Donde me imagino que la cola para coger un taxi habrá sido mayor o igual que la de siempre. No quiero imaginar cómo estaría la Calle Real, a donde los conducen a casi todos los que visitan Arrecife. ¿Y los Centros Turísticos? ¿Se trata de turismo a granel o turismo de calidad lo que pretendemos?”.

 

En las últimas cuatro décadas, Lanzarote ha vivido los últimos vestigios de una economía con un modelo tradicional basado en la agricultura, pesca otras y actividades extractivas primarias tales como la de las salinas y áridos, que  dieron paso a una bonanza fulminante basada exclusivamente en el turismo y donde  el que paga, manda. O sea el turista y el que le pone la cama, también.

 

Mucho se habla de la sostenibilidad, concepto escurridizo y de doble filo, también como cierta “estrategia”, para el 2020. Confío en que esta vez no ocurra como en ocasiones anteriores, en que estudios e informes con ese rótulo han resultado ser un brindis al sol, cuando no una solapada “estrategia” para soslayar a los verdaderos culpables y  para continuar con un crecimiento insostenible. Porque hace mucho que en Lanzarote se ha sobrepasado la línea roja de la sostenibilidad y la defensa de este territorio que requiere soluciones urgentes se ha postergado , por la inestabilidad política, por intereses ocultos, desidia institucional o por lo que sea. El territorio, que no es lo mismo que el suelo, se refiere a la identidad comunitaria de una población que vive en él y sus derechos. Una comunidad que a fecha de hoy carece de soluciones viables y efectivas para el transporte, para el uso racional de los recursos naturales, para los problemas energéticos y que aún no parece ponerse de acuerdo en qué modelo de producción prefiere, y si decide apostarlo todo a un turismo indiscriminado. Lo contrario intentan hacer creer a los ciudadanos de esta isla algunos que predican interesadamente “turismo de calidad”(que no es “turismo para ricos”). Que ni eso se ha conseguido, porque el turismo de lujo huye de masificaciones y problemas. Y el turista inteligente e informado busca algo más que sol, playa, sexo y copas baratas.

 

Sostenible es un concepto que enmascara la idea del crecimiento económico como algo deseable e irrenunciable, al mismo tiempo que da alas y barra libre al desarrollo con sus límites ambiguos. Sabemos que un crecimiento exponencial no puede durar mucho en un mundo finito y que  la sostenibilidad real más que un compromiso emocional, tiene que ver con la equidad actual e intergeneracional.

 

La sostenibilidad verdadera es ética o ecológica o es solo un pretexto. Y mientras no se resuelva la ecuación entre una economía débil o dependiente (con un territorio frágil, además) y otras fuertes que manejan el cotarro a distancia, hablar de sostenibilidad es un camelo más.

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