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Un cascabel para el tigre

Por Alex Solar

 

Hace ya algún tiempo que la OMS ha advertido sobre la urgente necesidad de rebajar el consumo de alimentos altos en azúcar. Esta organización, que tiene como cometido velar por la salud mundial, recomendó subidas de impuestos de un 20% a las bebidas azucaradas para combatir la epidemia global de obesidad y reducir así la epidemia de diabetes que afecta a cientos de millones de personas y especialmente a la población infantil del planeta. Consumimos una dosis de azúcar altísima, sin darnos cuenta: solo hay que pensar que una sola lata de refresco convencional cubre por sí sola las necesidades diarias de azúcares libres óptimos , es decir los que se añaden artificialmente en comidas y bebidas y que consisten fructosa, glucosa o azúcar de mesa. El llamamiento de la OMS no ha sido en vano y ha sido efectivo en países como Chile, que ha logrado reducir significativamente el consumos de productos alimenticios altos en azúcar: desde 2014 , gracias a la implementación de una ley que grava con impuestos especiales, se ha llegado a la cifra récord de un 22% menos en estos cuatro años.


La sola medida impositiva no es la calve del éxito de la reducción. Hay que considerar que según los estudios realizados, los impuestos repercuten mayormente entre los sectores sociales que más consumen. Es decir los más favorecidos, cuando lo que se pretende es atacar el mal en las capas sociales más bajas, que se encuentran entre las más afectadas por la obesidad causada por los malos hábitos alimenticios. Y algo parecido ocurre también con el tabaco, aunque en este caso hay dudas pues el tabaquismo es elevado entre los más pobres. Pero , no obstante, los estudios concluyen que los impuestos afectan más económicamente a los con menos recursos pues como resulta lógico, éstos dejan de comprar o reducen su consumo al elevarse los precios.


En el caso de Chile, las medidas se iniciaron con al anterior gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014) y consistieron en un proyecto que establecía estrictas medidas sobre la publicidad de estos alimentos, que luego retomó su sucesora en el gobierno, Michelle Bachelet. Cada producto debía llevar obligatoriamente sellos de advertencia sobre sus contenidos en nutrientes críticos como sodio, azúcar , grasas saturadas o calorías. Las promociones y regalos de cereales con mascotas como el Tigre Tony y el huevo de Kinder , chucherías y chocolatinas quedaron absolutamente prohibidas , las bebidas con edulcorantes altos en azúcares pasaron a tener un 18% de impuestos y en algunos casos algo menos, dependiendo de su contenido. Estas restricciones tuvieron un claro efecto en la industria local, que se vio obligada a bajar los niveles de azúcares(4,9 por cada 100 mililitros) en sus productos estrella como Fanta y Sprite para ajustarse a la ley que establece 6,25 gramos de azúcar cada 100 mililitros, obligadas a pagar el impuesto mayor.


El problema alimentario dista mucho, a pesar de todos los esfuerzos, de haberse solucionado: un 31,2% de la población sufre obesidad y un 3,2% padece la obesidad que se denomina “mórbida”. Por eso la campaña no se detiene sino que va a más, aumentando los productos que deben llevar como el cascabel del gato un sello en forma de octágono negro que avisa: “Alto en”.


Francamente, no sé qué esperan las autoridades sanitarias españolas para actuar en este sentido. En mi artículo de la anterior de la semana pasada señalaba el problema agudo que existe en Canarias con la diabetes y la obesidad, causante de patologías cardiovasculares que sitúan a nuestra comunidad entre las primeras de un ranking lamentable.


Falta educación para el consumo, desterrar prácticas perjudiciales y que la industria alimentaria deje de engañar o estafar a los consumidores prometiendo en la publicidad y envases salud, cuando lo que venden es veneno. ¿Quién va a poner el cascabel a ese gato malo, el dulce tigre del desayuno, y se va a atrever a eliminar el huevo de la serpiente con el cebo de un juguetito de plástico ?...

 

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