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Un espacio a proteger

Por Alex Solar

 

Adam Smith, economista y filósofo británico del siglo XVIII, se adelantó a Karl Marx al criticar el capitalismo :”Donde exista una gran propiedad, habrá una gran desigualdad .La fortuna de los ricos supone la indigencia de la mayoría”. Se nos dirá que la riqueza crea riqueza y que la igualdad genera pobreza. Según. Hace medio siglo Lanzarote apostaba por el turismo y su capital, núcleo comercial , centro político y administrativo, dejaba de ser simplemente un puerto para aspirar a ser una ciudad como las demás. Lamentablemente, con el tiempo esta actividad turística enriquecedora provocó un auge especulativo nunca visto , aunque la urbe siguió siendo un escenario suburbial y degradado, tributario de espacios de mayor calidad residencial y también comercial en el resto de la isla. Y sin que, hasta ahora, las necesidades de vivienda digna para sus habitantes se vean satisfechas, en parte por la imprevisión de los gobernantes y por la especulación inmobiliaria derivada de esa misma actividad supuestamente “enriquecedora”.


Hace dos décadas, la declaración de Lanzarote como Reserva de la Biosfera alentó el debate ciudadano y grupos ecologistas junto a otros activistas, algunos venidos desde fuera, constituyeron agrupaciones ciudadanas que realizaron propuestas alternativas para afrontar los retos de la ciudad y asegurar el “desarrollo sostenible” al que la isla se veía abocada como consecuencia de esta novedosa figura medioambiental. Entre otras cosas, las Reservas de la Biosfera están concebidas como piezas dentro de una red mundial de conservación y aprendizaje simultáneo que abarca funciones logísticas, de conservación y desarrollo, entendido como un desarrollo económico y humano que sea cultural, social y ecológicamente sostenible, que no signifique el expolio de un territorio frágil de su mayor patrimonio: la Naturaleza. Algo a anotar en en renglón de perdidas, en el caso de Canarias.


Desde sus inicios, en 1992, la Reserva de la Biosfera, apoyada por El Guincho y César Manrique, el compromiso se vio burlado por la mala o nula gestión del territorio en materias de transporte, residuos, educación, marginalidad, uso y gestión de espacios naturales, a causa de la desidia, incompetencia de una administración que prefirió defender los privilegios e intereses económicos de una minoría de empresarios y propietarios que se dedicaron a comprar suelo y a “fabricar” como locos, edificios feos y de mala calidad, ninguno “bio climático”. Y era posible con las características climáticas del entorno. Cuando sugerí usar energías renovables a los promotores de un grupo de viviendas VPO de UGT, en Valterra, se rieron en mis barbas.


Poco caso les hicieron a los que en febrero de 1997 hicieron una propuesta de Plan Especial del Puerto de Arrecife. Que contemplaba nuevos usos para el litoral y la marina con su correspondiente evaluación económica y medioambiental. En ese plan se proponía para el Islote del Francés la ejecución del decreto de expropiación y de compensación a sus propietarios, dando cumplimiento a la orden de la Consejería de Política Territorial y al acuerdo adoptado en su día por el Ayuntamiento de la ciudad, con un paseo marítimo circundante y configuración como parque de sus 70.000m2 conectado al Charco y construyendo un edificio emblemático: Palacio de Congresos y Auditorio para acoger los grandes eventos de la ciudad.


No estamos sobrados de parques y espacios naturales sino más bien de solares polvorientos. El castigado territorio insular urbano dista mucho de ser “verde”. Por eso, soy partidario de profundizar en el concepto de Lanzarote como espacio a proteger, de la misma forma que los Parques Nacionales del mundo donde habitan personas y la actividad humana y los visitantes están bajo control.


Con un poco de generosidad podríamos lograrlo y llegar a buenos acuerdos. Se necesita buena voluntad por parte de los empresarios implicados. En Estados Unidos, por ejemplo, existe una cultura empresarial que hace que consideren justo y necesario devolver a la sociedad parte de sus inmensos beneficios. En Chile, el empresario americano Douglas Tompkins donó una red de parques nacionales del tamaño de Suiza, a cambio de que el gobierno chileno aportara también tierras para el mismo fin. Para mencionar solamente uno de los grandes empresarios filántropos de los que se tiene memoria, porque no todos los ricos piensan únicamente en la acumulación egoísta de ganancias, como escribía Adam Smith.

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