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Una hora de diferencia

Por Francisco Pomares

 

Supongo que ya están perfectamente informados de que el Gobierno español -aprovechando que en Europa quieren dejarse de líos con el horario de verano- se está planteando asimilar el conjunto del país al huso horario de Canarias. Colgarse del meridiano de Greenwich, del que cuelgan Canarias, Portugal y Reino Unido. Y aquí abajo le han pedido a Sánchez estar en el comité de expertos creado a nivel nacional para decidir si la raya que nos cruce será la de Greenwich o la de París o la de Cuenca, suponiendo que en Cuenca haya alguna raya de esas.

 

El Gobierno de Clavijo quiere que en esta región sigamos con una hora de retraso, y es difícil no compartir con el Gobierno la conveniencia de seguir todos amparados por la hora de menos. Y eso por dos motivos: uno es la promoción que supone que cuarenta millones de españoles escuchen en todos los informativos, boletines y telediarios el nombre de Canarias, aunque sea sólo para recordar que nuestra hora va con retraso.

 

Alguien ha calculado en un millón de euros lo que supondría al año mantener una campaña tan insistente. Hay otros que aseguran que es más de un millón lo que costaría, aunque mejor no hacer mucho caso, porque los millones de euros los carga el diablo. Pero al margen de la promoción que supone que el nombre de este Archipiélago suene a todas horas en las emisoras de radio y televisión de la península, yo creo que lo realmente importante no es la promoción turística, sino que el sonsonete nos incorpora de forma continuada al inconsciente colectivo del resto de los españoles.

 

Y eso es básicamente bueno: la distancia no nos ha ayudado nunca a estar en la mente de nuestros conciudadanos, y menos ahora que los currículos de geografía en las escuelas son competencia de las comunidades autónomas, y nadie sabe mucho más allá de sus propios accidentes geográficos, siempre por la parte de dentro de sus regionales fronteras.

 

O sea, que el Gobierno quiere mantener esa hora de retraso, y no por hacer juego con todo lo demás -en donde también vamos bastante por detrás- ni por los motivos antes alegados, sino porque han descubierto que tener la hora distinta "resulta identitario". Eso ha dicho Rosa Dávila y se ha quedado más feliz que unas castañuelas, que son lo mismo que unas chácaras pequeñas, charoladas y sin identidad. No sé de dónde se sacan el elemento identitario en este asunto de tan escasa enjundia cultural, o histórica, pero mejor que no se entere de lo identitario que es tener una hora menos la TV3 catalana, porque ellos no la tienen. Y son capaces de marcarse sobre la marcha la exigencia refrendaria de una hora de más.

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