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Y después de César ¿qué?

Por Juan Manuel Pardellas


Con la llegada del 2019 llega una de la citas más esperadas en Lanzarote desde hace mucho tiempo. La celebración del centenario del nacimiento de César Manrique.

 

Una cita como esta está llamada a sacar pecho de la figura que proyectó Lanzarote al mundo, cuya obra sigue sobrecogiendo a los millones de turistas que cada año eligen la isla para sus vacaciones, entre la creciente y millonaria ruleta de grandes destinos turísticos del mundo. Ahora, este mes, con Fitur (en Madrid), comprobaremos de nuevo cómo surgen nuevos destinos, cómo otros se han renovado y cómo algunos de los maduros se han hecho más competitivos. Así que el turista, cada uno de ellos, que sigue eligiendo Lanzarote merecería una medalla por venir o, en la mayoría de sus casos, por repetir.

 

Y lo hacen por ese magnetismo volcánico, ese cóctel explosivo, enigmático, embriagante, entre volcán, paisaje, buen clima, César, infraestructuras, oferta de ocio, la amabilidad de sus gentes y su sorprendente gastronomía, aún a buen precio, comparada con lo que se paga en Europa por un plato de comida que te lleve a soñar, a la infancia o a un momento inolvidable de tu vida anterior.

 

Para los que conocimos al artista, a algunos de sus allegados, a su obra, pero sin ser conejeros y, por tanto, huérfanos de mil matices intrínsecos a su vida diaria en Lanzarote, es evidente que el personaje público enamoró los oídos y mentes de millones de personas y que sobrepasó al artista hasta convertirse en un icono de la lucha contra la construcción de hoteles y el crecimiento turístico indiscriminado.

 

Tampoco se me escapa que Lanzarote y Manrique (1919-1992) no hubieran constituido el tándem que dio la vuelta al mundo sin una contraparte, un colaborador necesario, un enamorado del mensaje y la obra, en el Cabildo de Lanzarote, José Pepín Ramírez (1919-1987), quien aportó un necesario e imprescindible soporte político y económico.

 

Por eso esta fecha seguro que nos permitirá estudiar, conocer mejor a uno de nuestros artistas más reconocidos. A fuerza de ser tildado de ingenuo, esta puede ser una magnífica oportunidad para aprender y admirar cómo la mano del hombre (de muchos, cientos de hombres y mujeres) se hundió en el calor del volcán hasta crear el milagro que hoy conocemos como Lanzarote (el agua, las carreteras, la sanidad, el aeropuerto y los turistas). Pero también, como cuna de tantas mentes creativas, diligentes, serias y comprometidas, para repensar el Lanzarote después de Manrique, para no caer en los errores del pasado y plantear qué isla merecen las generaciones de conejeros y de turistas que la disfrutarán en los próximos cien años.

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