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La primera miel térmica de España se produce en Canarias

De momento, los 60.000 ejemplares de abeja negra canaria se han adaptado perfectamente a la central térmica del Barranco de San Bartolomé de Tirajana

 

  • Lancelot Digital
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    Las abejas canarias han demostrado que tienen una alta capacidad de adaptación y resistencia al medio natural donde les ha tocado desarrollarse o, hablando en términos psicológicos, que son todo un ejemplo de resiliencia, capaces de sobrevivir en un espacio que inicialmente no estaba diseñado para dar vida a un enjambre. Todas estas cualidades de superación podrían aplicarse a las abejas que desde hace más de seis meses ocupan cuatro colmenas en la franja suroeste de la central térmica del Barranco de San Bartolomé de Tirajana. 

     

     

    Unos 60.000 ejemplares, a razón de 15.000 abejas por cada una de las cuatro colmenas, han logrado sobrevivir en un entorno de turbinas, hierros, chimeneas y aerogeneradores. Mientras los trabajadores de Endesa destinados a la central se emplean para que un día más nazca la luz que llega a los hogares de la Isla, ellas -las abejas- no dejan de trabajar para recolectar el polen de las flores que crecen en la vegetación que ocupa el cinturón verde de la propia central y en sus aledaños, transformando su néctar en la que posiblemente es la primera miel térmica de España. 

     

    Recordemos que Endesa ya dispone de un apiario solar donde se combinan sostenibilidad, renovables y respeto al medio ambiente instalado en la población sevillana de Carmona. Allí existe un apiario que convive entre paneles solares, plantas aromáticas y pastoreo. 

     

    El pequeño apiario de la central de Barranco de Tirajana no hubiera cobrado forma sin la mano de Fernando Marrero, apicultor y técnico de la central térmica, quien ha instalado las colmenas, mimado a cada uno de los ejemplares de abeja canaria y observado su evolución en este tiempo. Hay que destacar también en el desarrollo de esta iniciativa la predisposición del director de la central de San Bartolomé de Tirajana, Luis Varela, quien no dudó un momento en buscar los medios para que Fernando Marrero pudiera integrar un proyecto con el sello de sostenibilidad y respeto por la naturaleza en el recinto de la central térmica. Ambos están convencidos de que es posible la hibridación entre la tecnología de la nueva Generación gestionable y las energías renovables con  actuaciones propias del sector primario. 

     

    En realidad, según cuenta el propio Marrero, apicultor por vocación y actividad que se ha convertido en su segunda ocupación, se trata de un proyecto piloto que requiere de “mucha paciencia y cariño”, principalmente en esta etapa de inicio en la que los ejemplares de las colmenas se están adaptando al clima de la zona del sur de la Isla y a los fuertes vientos reinantes en Barranco de Tirajana, un factor que suponía una de las principales preocupaciones para Marrero. 

     

    Como buen apicultor conocedor de las costumbres de las abejas, Fernando Marrero tenía un segundo inconveniente que le asaltaba a la hora de poner en marcha el apiario de Tirajana.  Averiguar si los ejemplares iban a ser capaces de localizar comida suficiente en un emplazamiento tan cercano al mar donde no abundan las plantas ricas en flores habituales en su dieta. Así que no quiso correr riesgos innecesarios y durante las primeras semanas alimentó a las abejas de la central con un pienso especial. Esta circunstancia permitió que los ejemplares fueran desarrollándose a buen ritmo, así como tomando fuerza y velocidad en sus vuelos de reconocimiento del terreno. 

     

    Y, pasado un tiempo prudencial, Fernando pudo comprobar que las abejas habían sido capaces de encontrar su propia despensa de alimentos con una sabiduría exquisita impresa en el ADN. Ya habían localizado el néctar entre las flores de cardones, barrillas y trebolinas, la vegetación de la zona. Además, pudo comprobar con sorpresa que el lugar se había enriquecido con una biodiversidad poblada por avispas, libélulas, mariposas y otros pequeños insectos voladores. 

     

    Contra todo pronóstico las abejas del apiario de Tirajana han superado con éxito el primer invierno en su nueva residencia y ahora afrontan la primavera como una etapa prometedora, de máxima producción y con vientos más suaves De hecho, Fernando ya ha podido divisar la  miel en algunas colmenas calculando unos dos kilos de miel, una producción que irá en aumento con el avance de la primavera y el buen tiempo. Además, si el proyecto sigue siendo exitoso no descarta incrementar en los próximos meses el número de colmenas del apiario de la central de Tirajana, ubicado en la zona verde y de placas solares. 

     

    Rescate de abejas en el Observatorio de Temisas

     

    La iniciativa de instalar varias colmenas en la central de Barranco de Tirajana surgió después de que hace justo un año Fernando Marrero fuera el protagonista del rescate de un enjambre de 10.000 abejas en el Observatorio Astronómico de Temisas, en Agüimes. Su intervención fue requerida por varios compañeros de la central de Barranco que habían acudido a inspeccionar el emplazamiento de una de las cabinas para medir la calidad del aire. Los operarios salieron despavoridos al descubrir que el lugar había sido tomado por un ejército de abejas negras

     

    canarias, una especia única en peligro extinción sobre la que hay un plan de protección, conservación y recuperación por parte del Gobierno de Canarias. Los trabajadores no querían regresar al lugar al haber sufrido algunos de ellos varias picaduras y avisaron a Fernando Marrero, conocedores de su faceta como apicultor. 

     

    Las abejas estaban instaladas en el edificio del Observatorio Astronómico de Temisas. La cámara que quedaba entre una doble pared se había convertido en su particular colmena. Meter maquinaria para romper las dos paredes y dejarlas al aire suponía la muerte inminente de los ejemplares. Así que Fernando Marrero se puso a pensar cómo podía rescatar aquel enjambre formado por unos 10.000 ejemplares sin que sufrieran daño alguno. Y, entonces, se le ocurrió la técnica del embudo. 

     

    Se trasladó hasta el Observatorio Astronómico de Temisas a donde nadie quería acudir por el riesgo a ser picados. Y, ataviado con su traje protector de apicultor, ascendió por la escalera hasta colocar una caja adherida a la pared. Además, fijó un embudo que les permitía salir, pero cuando intentaban entrar de nuevo a su antiguo habitáculo se encontraban con el orificio tapiado. La caja improvisada a modo de colmena tenía unas dimensiones de apenas 40 por 20 centímetros y en su interior fueron las abejas formando nuevos panales. 

     

    La operación de rescate duró varias semanas, hasta que Fernando estuvo seguro que ya no quedaba ni una sola abeja en el interior de la pared. Entonces, esperó a tenerlas concentradas en la caja y trasladó los 10.000 ejemplares de abejas a su apiario situado en la cumbre grancanaria. 

     

    Fernando Marrero es natural de San Mateo, municipio vinculado a la ganadería, la agricultura y rico en naturaleza. Sin embargo, él ha pasado desde muy joven las horas reparando y supervisando la compleja maquinaria de la central térmica de Endesa en Barranco de Tirajana. De hecho, es técnico en el área de Instrumentación y Control en este espacio donde se genera la mayor parte de la energía de Gran Canaria.

     

    Pero, Fernando es un hombre polifacético allí donde los haya y cuando abandona las instalaciones de la central se entrega a su gran afición: la apicultura. Dice que su contacto con la naturaleza le hace más libre y que se siente pegado a la tierra cada vez que sube al Pozo de Las Nieves, un lugar muy próximo al Pico de Las Nieves al que da nombre y que es el punto más alto de Gran Canaria. Allí cuida con esmero las  colmenas de su propiedad, ubicadas en un paraje natural, rico en plantas de polinización y lejos de la mirada del hombre. 

    Comenta con evidente nostalgia que antes del incendio que asoló la cumbre de la Isla en septiembre de 2017 tenía diez colmenas, pero el fuego mermó notablemente su apiario hasta reducirlas a cuatro.

    La abeja negra canaria se distingue por su color oscuro, procede de la abeja africana y ha desarrollado un componente genético que la convierte en una raza única. Es una abeja rústica y mansa con gran capacidad de adaptación a las condiciones bioclimáticas de las islas. 

     

    Se le atribuye a Einstein la famosa frase de que “la vida sin abejas sería un desastre global y a la Humanidad sólo le quedaría cuatro años de supervivencia desde la extinción de las abejas”. No sabemos si el parón polinizador de las abejas llevaría aparejada la destrucción del hombre. Fernando Marrero si está seguro de que practicar la apicultura produce “una enorme serenidad”. 

     

    “Todos a nuestra manera debemos contribuir para cuidar el medioambiente y disfrutar de forma responsable de la naturaleza. Unos lo hacemos con las abejas, otros plantando árboles y las empresas poniendo en marcha planes de sostenibilidad, pero es muy importante tomar conciencia”, concluye Fernando Marrero.

     

    En las imágenes, Fernando y un compañero en pleno mantenimiento de las colmenas instaladas recientemente en la central térmica de Endesa en Barranco de Tirajana.

     

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