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Eva de Anta, la gran incógnita

 

La crisis provocada por la renuncia de José Montelongo a la Alcaldía del Ayuntamiento de Arrecife por su presunta implicación en el Caso Montecarlo pone de nuevo de manifiesto la mala suerte histórica de Arrecife, acentuada sobre todo en la última década. Una especie de maldición que arrastra y que agrava, aún más, la situación de inestabilidad que mantiene a la ciudad en una parálisis perpetua. Fruto de ello, los lanzaroteños vemos como Puerto del Rosario, capital de la vecina isla de Fuerteventura, avanza a pasos agigantados, mientras Arrecife continúa dormida en los laureles en espera de una mano que la saque de ese sueño aparentemente eterno.

 

Para encontrar el origen del problema hay que remontarse a los tiempos en que era alcaldesa María Isabel Déniz e intentó sacar adelante un plan muy ambicioso para la capital, un plan que se encontró de frente con un ataque interesado, capitaneado por quienes tenían intereses empresariales concretos en que nunca viera la luz. Lo cierto es que si aquel plan hubiera salido adelante, otro gallo nos cantaría ahora mismo. Aquel documento, mejor que muchos de los propuestos con posterioridad, era valiente y ambicioso y quería situar a Arrecife en el lugar que le correspondía. Aquel fue el primer frenazo, pero no el único, ya que la situación se agravó aún más con el estallido del Caso Unión (2009) que dinamitó todo avance posible en la capital, más aún ante el temor de todos los técnicos capitalinos y responsables públicos, desde aquel momento, a firmar cualquier documento por lo que pudiera pasar con posterioridad.


Tampoco ayuda a avanzar la falta de cooperación interadministrativa. En estos días vemos como, una vez más y desgraciadamente no será la última, Arrecife volverá a quedarse sin una serie de obras en los barrios, ya aprobadas y presupuestadas, por la ausencia de un plan general vigente y adecuado. Tan grave es la situación, y no sólo en Arrecife, que el Cabildo ha determinado crear una Mesa de Coordinación de Proyectos con los siete municipios para desatascar el medio centenar de obras que corren el peligro de quedarse en tierra de nadie.


Por unas cosas y por otras, lo cierto es que Arrecife arrastra un atraso de más de veinte años y sigue rigiéndose por un plan de 1991, que se empezó a redactar en 1985. Es decir, se rige por un documento pensado hace más de treinta años para una ciudad que no tiene nada que ver con lo que hoy en día es la capital de la isla.

 

Más allá de los temas de corrupción, que nadie duda que deban salir a la luz para sanear la administración pública, es preciso que empecemos a pensar más en Arrecife, una ciudad que vuelve a quedarse huérfana de alcalde y tiene que suplir con parches, una vez más, un puesto ya de por si complicado de ocupar.

 

Arrecife necesita un alcalde fuerte, con autoridad y capacidad de tomar decisiones importantes, capaz de llevar a la ciudad hacia el futuro. Necesita un gestor de nivel, una corporación muy preparada para asumir los retos que tiene por delante. Y lo cierto es que la capital cuenta con buenos políticos, ahora hace falta que ocupen los puestos que les corresponden para empezar a hacer cosas. A mejorar. A afrontar retos como la aprobación de un Plan General definitivo, la revitalización urgente de las obras de los barrios, la puesta en marcha de planteamientos de futuro, planteamientos por otra parte imprescindibles si, de verdad, queremos tener un futuro.


La nueva alcaldesa, Eva de Anta, no lo va a tener fácil. No ha despertado precisamente especial ilusión en la mayoría de los grupos políticos que conforman el ayuntamiento de Arrecife. La forma en acceder al sillón de la alcaldía le complica las cosas, Pero los arricifeños estamos dispuestos a dejarnos sorprender y, al lo mejor, nos sorprende positivamente. Ese es al menos nuestro deseo a pesar de que los antecedentes, de tres alcaldes en 12 meses, no es precisamente un buen dato para la esperanza. En cualquier caso, la nueva alcaldesa es la gran incognita que el tiempo despejará.

 

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