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Las garzas, regreso al pasado

La colonia ya alcanza los 1.500 ejemplares y su imparable crecimiento pone en peligro el ecosistema de otras aves autóctonas

 

  • Lancelot Digital
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    La colonia de garcillas bueyeras y garcetas comunes, que en su gran mayoría habita en la zona verde del cabildo, ubicado justo tras el intercambiador de guaguas, se ha convertido en un auténtico problema para el ecosistema insular debido a su crecimiento imparable. De hecho, o se toman ya medidas urgentes o podrían salir perjudicadas las aves autóctonas.

     

    La primera medida urgente fue la tala de árboles, imprescindible para higienizar una zona que las propias garzas estaban convirtiendo en insalubre. Esta medida, en cualquier caso, no era aleatoria, sino que respondía a todo un proceso de investigación llevado a cabo por la oficina de Medioambiente del Cabildo Insular. Su hasta ahora responsable, el ya jubilado jefe de la oficina, Pepe Cabot, explica como ha sido la situación en los últimos años y cuáles han sido los motivos de llevar a cabo tan drásticos métodos de limpieza ante una colonia creciente que no duda en calificar de alien. “En el Cabildo llevábamos tiempo recibiendo quejas en relación a las garzas de diferentes sectores de la isla, desde establecimientos hoteleros, parques públicos y jardines, queserías y granjas de caprinos, del Rancho Texas, del propio aeropuerto, de ayuntamientos… de muchos lugares público y privados”, señala, apuntando que se trataba de quejas diversas por daños materiales y, sobre todo, por contaminación e insalubridad generados por estos animales. “Viendo como estaba la situación la primera medida que nos planteamos fue hacer un estudio de la realidad insular y hacer un censo para saber cuántas garzas había en la isla. El resultado fueron unas 1.500 garzas”, explica.

     

    Ante esta situación el servicio de Medioambiente hace un informe en enero de 2018, en el cual se valoran los efectos del crecimiento demográfico de las garzas en la Isla. “Lo primero que nos llama la atención es que la expansión afecta a todo el mundo, salvo a los polos y a las zonas desérticas, a pesar de que, originariamente, proceden de África”, explica, señalando que la población de garzas local supone el 0’024 de la existente en todo el mundo. “Para adaptarse a cada lugar han cambiado sus hábitos, nidifican, se alimentan de los vertederos públicos y de la fauna local… en la mayoría de los sitios las garzas están calificadas como una especie alien, es decir una especie que va creciendo a costa de las demás”.

     

    Su estancia en la isla no es inocua. La mejor prueba es recordar cómo quedó el Parque Ramírez Cerdá, cuyas araucarias centenarias tuvieron que ser podadas y hasta taladas en algunos casos, dada la mala situación en que se encontraban. No es la única perjudicada, varias queserías de la isla y ganaderías caprinas se han visto afectadas por los excrementos de las garzas y la transmisión de enfermedades.

     

    Con todos estos datos sobre la mesa, se llegó a la conclusión de que las garcillas, bueyera y comunes, se habían establecido en la isla de manera artificial. “Se alimentan en vertederos, duermen en parques realizados por el hombre o en hoteles y se reproducen en lugares diseñados… tienen muchas facilidades que no tienen las especies autóctonas de la isla”, señala Cabot. “Yo, particularmente, estoy muy preocupado porque no podemos olvidar que Lanzarote es Reserva de la Biosfera y lo es, entre otras cuestiones, por la fauna protegida que posee, especies autóctonas que deben ser protegidas. Esa fauna es el alimento diario de las garzas que han anidado en la isla”.

     

    Hotel de cinco estrellas

     

    Viendo la peligrosa situación el Cabildo convocó una mesa de expertos. “Las garzas tienen un auténtico supermercado libre en el vertedero, el parque instalado en el Cabildo, habilitado para ellas, es un auténtico hotel de cuatro estrellas para dormir y para reproducirse… los biólogos que vinieron a la isla aseguraron que están en el paraíso, y eso explica su explosión demográfica”, señala. “De no valerse de los recursos del hombre, las garzas no seguirían en la isla”.

     

    Las víctimas, las especies locales: la avutarda, el alcaraván… las aves propias de Lanzarote que no cuentan con semejantes ventajas. “Las especies autóctonas son propias del medio, pero no están adaptadas a esta tasa de depredación, y se están diezmando a pasos agigantados”, explica. “Hemos llegado a cuantificar en un solo estómago de garza hasta cincuenta lagartos. Hemos calculado que la población de garzas, entre aves locales y reptiles, llegan a consumir más de dos millones de presas al año, además de la basura que cogen del vertedero”.

     

    Además, las garzas no son animales limpios. La basura, los cadáveres de pollos que no sobreviven, los restos de comida, las ratas y la podredumbre se acumulan por doquier en el parque, situación que exige cuidados constantes, dada la cercanía del mismo del intercambiador. Salud Pública ya ha alertado de los graves riesgos de infecciones para las personas derivados de la alta concentración de aves.

     

    Se realizaron entonces dos informes de biólogos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, uno especialista en aves y otro en las enfermedades que éstas transmiten, que señalan que el mayor peligro es que las garcillas pueden dispersar entre las palomas y las tórtolas sus enfermedades. “Ya estamos notando un incremento relevante en el número de aves que aparecen muertas”.

     

    Recomendaciones

     

    La Mesa de Expertos dictamina entonces una serie de recomendaciones para hacer frente a esta situación con respecto a la salubridad, la más importante, reducir la población actual de garzas, eliminar con urgencia las condiciones de posible insalubridad y hacerles menos cómoda su estancia en la isla. De inmediato se eliminaron los matorrales, se limpio, se desinsecto, desinfectó, desratizó y se podaron los árboles. Además se planteó quitar las pantallas anti viento para hacerles más incómoda la estancia. “La idea es igualar su situación a la de la fauna local, ni mejor, ni peor”, señala.

     

    Medidas más drásticas

     

    Desde la consejería de Ganadería del Gobierno de Canarias se estimó que las medidas emprendidas por la mesa de expertos era insuficiente, recomendando la eliminación del 70% (gasificarlas con anhídrido carbónico) de las aves para paliar los efectos catastróficos que causa la población de garzas. “Nosotros no hemos querido aplicar un método cruento, al contrario, sino no tendría sentido tanto estudio como hemos realizado”, señala cabot. “Higienizamos todo el área y normalizando las condiciones del parque para que no se sientan como en un hotel”.

     

    Deberes hechos

     

    El ex responsable de la oficina de Medioambiente, Pepe Cabot, asegura que se han hecho los deberes. “Llevamos más de dos años trabajando en esto. Convocando reuniones, hablando con expertos internacionales, estudiando el problema, buscando soluciones y llevándolas a la práctica”, asegura. “Se está haciendo todo lo que está en nuestras manos, pero eso no significa que no haya un  problema. El problema existe e, insisto, los riesgos de infecciones para las personas derivados de la alta concentración de aves son elevados”.

     

    Una pareja de garzas, el origen del problema

     

    Las Garcillas bueyeras Bubulcus ibis, una primera pareja procedente de África, apareció un día, hace más de quince años, por Lanzarote y se instalaron en la capital. Se multiplicaron rápidamente y no pasó mucho tiempo cuando se hice evidente que se habían adueñado de las araucarias del Parque José Ramírez Cerdá (parque viejo) de Arrecife.

     

    Lo que en un principio se vio como un acontecimiento curioso degeneró en un verdadero debate a medida que la colonia de garzas se iba multiplicando. Mientras que la ciudadanía protestaba por la manera en que estaba degenerando un parque ubicado en el corazón de la capital, los biólogos y ecologistas buscaban con urgencia alguna solución.

     

    El Ayuntamiento de Arrecife solicitó al Laboratorio de Salud Pública del Gobierno de Canarias un informe para evaluar el riesgo que entrañan para la salud de los humanos los restos orgánicos de las garzas. El informe no pudo ser más contundente: instaba a la retirada de las aves porque podían trasmitir enfermedades como la salmonelosis u otras que entrañan incluso un riesgo para la vida como el botulismo, una extraña enfermedad producida por una toxina nerviosa. No obstante, el Ayuntamiento topó con la oposición de los ecologistas a que las aves fuesen eliminadas, ya que son una especie protegida. La única solución era un cambio de ubicación de las mismas.

     

    Se trasladaron entonces algunas garzas al parque vallado ubicado junto al Cabildo, en el espacio que ocupara el antiguo cementerio, acondicionando la zona. Se ubicaron redes sobre los árboles del Ramírez Cerdá para evitar que las garzas regresaran a su lugar de nidificación original y que las pocas que quedaban aún allí, se trasladarán de manera definitiva. Sin embargo, fue necesario talar gran parte de las araucarias del parque, algunas de ellas centenarias, debido a la cantidad de guano que se había acumulado en su base.

     

    Hoy día, Lanzarote es lugar de nidificación de una importante colonia de estos animales, que pueden ser vistos en cualquier lugar de la isla en busca de comida o en bandadas al atardecer regresando al sitio donde pernoctan.

     

    Colaboración municipal necesaria

     

    El ex responsable de la oficina de Medioambiente, Pepe Cabot, asegura que, a pesar de todo el trabajo realizado, sigue siendo esencial la colaboración municipal. “Necesitamos que el Ayuntamiento también tome las medidas que le corresponden, sino es imposible. Hay coches aparcados allí, que no deben estar, hay un aparcacoches que duerme allí y alimenta a las garzas y  a las palomas, todo el día”, señala. “Eso es un peligro porque está fomentando que se incremente la densidad de población animal. Está prohibido alimentar a los animales en la calle. Los gastos que le supone al Cabildo el mantenimiento del intercambiador de guaguas por los daños causados por las aves son elevados, pero no sirven para nada si no hay mayor colaboración municipal”.

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