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¿A cambio de qué?

Por Sigfrid Soria del Castillo Olivares



La elección del presidente del Gobierno de España no es directa por parte de los españoles, lo eligen en el Congreso de los Diputados los 350. Este pervertido sistema podrían haberlo cambiado tanto PSOE como PP cuando tuvieron mayoría absoluta, pero como era el sistema que favorecía al bipartidismo imperante, no lo hicieron. En las legislaturas en las que hubo mayoría absoluta, el presidente de turno pudo gobernar sin hipotecas externas y de acuerdo al programa de su propio partido, aunque incluso con tal ventaja estratégica los resultados obtenidos fueron siempre criticables. Pero en aquellas legislaturas en las que el presidente gobernó con condicionantes de otros partidos, concretamente las de partidos minoritarios que defendían exclusivamente partes de España en contra del resto, nuestro país se fue debilitando territorialmente pues los sucesivos gobiernos fueron sometiendo al Estado a cada vez mayores concesiones. Comparativamente, esto no ha ocurrido en otros países de nuestro entorno y esa es precisamente la causa de que en la actualidad España sea el país con mayor tensión autodestructiva del mundo.

 

La XIII legislatura que acaba de comenzar es de las que la elección del presidente no solo va a depender de su partido, sino que va a depender de otros. Es decir, el futuro presidente y su gobierno van a ejercer una gestión acordada por, al menos y en el mejor de los casos, una fuerza política distinta al PSOE. Y esa dependencia básicamente se resume en dos posibilidades: o el plagiador del Falcon es presidente gracias a PP o a Cs, o lo es gracias a la suma de chavistas-comunistas-antisistema y separatistas. En ese punto dicotómico está la cosa.

 

Por tanto, cabe comparar qué tendrá que aceptar Sánchez en las dos opciones posibles y cuáles consecuencias tendrá para España y para los españoles que el presidente esté hipotecado por unos o por otros. Si la hipoteca proviniera de Unidas Podemos y cualquiera de los independentistas y filoetarras, las subidas de impuestos estarán servidas, las deducciones fiscales a empresas serán eliminadas, las herencias brutalmente atracadas, el déficit y la deuda se dispararán, la intervención ideológica del gobierno se verificará a todos los niveles y su adoctrinamiento será seña de identidad, la economía se enfriará e, incluso, entraremos en recesión; la destrucción de España a cuenta de la rapiña territorial será palpable.

 

Sin embargo, si el inquilino de La Moncloa gobernara sujeto a PP o a Cs, los españoles nos enfrentaríamos a un mal menor que emplazaría a España a sus verdaderas soluciones en próximos comicios sin demasiado deterioro adicional con respecto al ya deteriorado presente. A VOX no le meto en la ecuación de PP o Cs por dos motivos: el primero es que ejerce un efecto repelente contra chaqueteros y buscadores de sillones que hacen inviable la convivencia política con los progres del capullo rojo, los cobarditos del charrán azul y los garbachos de la veleta naranja; el segundo es que las regeneradoras posiciones políticas de VOX son imposibles de asumir por quienes asisten impasibles legislatura tras legislatura a la progresiva degeneración de España. Situación histórica, sin lugar a dudas, la que presenciamos y padecemos los españoles.

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