PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

El fascista que hay en ti

Por Alex Solar

 

Nos roban el trabajo”. “No tenemos el deber moral de acogerlos a todos”. “Los niños son niños y las niñas, niñas” .“No recuerdo toda esta solidaridad con los ciudadanos de aquí”. “Tenemos raíces cristianas que defender”. “El feminismo ha enseñado a las mujeres a odiar a los hombres”. “Si tanto te gustan, llévatelos a casa”. Etcétera, etcétera. ¿Les suena esta retórica que pasa por ser “de sentido común”?

 

Michela Murgia, escritora y activista italiana conocida por su apoyo a los refugiados ha elaborado con estos mimbres un ingenioso “manual” a la inversa, es decir un breviario titulado “Instrucciones para convertirse en fascista” que desmonta este lenguaje empleado por los epígonos de la ideología fascista. Ocurre que a menudo olvidamos los métodos que el viejo monstruo que creíamos muerto y enterrado con sus cruces gamadas y sus “fascios” sigue empleando con eficacia para socavar los cimientos de una democracia que para ellos es siempre imperfecta y el peor de los sistemas de gobierno.

 

¿Quién es fascista? Pues, Murgia pidiendo prestada la frase a Forrest Gump afirma que es “el que hace fascistadas”. Y éstas son, por ejemplo, reescribir la historia aprovechándose la mala memoria de las nuevas generaciones  y la paulatina desaparición de los sobrevivientes del fascismo, testimonio vivo de sus crímenes. El fascista lava la cara del nazismo, la de Mussolini, la de Franco, diciendo que en su tiempo “se hicieron buenas cosas” y que las atrocidades cometidas en tiempos de guerra las hicieron ambos bandos. Mientras los demócratas “asumen” las culpas del pasado, verdaderas o presuntas, los fascistas de hoy en día se sacuden alegremente de ellas diciendo que ellos no mataron a comunistas ni a judíos ni firmaron leyes raciales ni sentencias de muerte.

 

El fascista sueña con un “Jefe” indiscutible, que “sale barato” porque él y nadie más decide, salvo su grupo más próximo. Un parlamento es costoso e inútil, por eso hay que reducir sus salarios. La democracia, además de inútil cuesta caro. El “pueblo” es más feliz en una especie de “servidumbre voluntaria”. La democracia se equivoca, no somos todos iguales. Si esto es así, entonces nadie vale más que nadie. Y el fascista puede desacreditar a quien no piense como el : los médicos son siervos de la industria farmacológica (o son manipulados por el poder, como afirman en la pandemia). Los expertos en climatología, alarmistas irresponsables, los estadistas y economistas, manipuladores al servicio de una casta. Pero los peor parados son los “intelectuales”.

 

El fascista necesita enemigos a quienes desacreditar y lograr que se les tema. El inmigrante, el musulmán, etc. Si uno de ellos viola a una mujer son todos sospechosos de ser violadores, si lo hace un nacional, no. “¿Las muertes en el mar te hacen llorar? No te veo llorar por nuestros mayores que no llegan a fin de mes?”, leemos en la página 55 de este libro imprescindible, muy necesario para desentrañar los métodos y lenguaje fascista.

 

El fascista necesita igualmente “hacer amigos” y lo consigue “quedando bien” con los poderosos, la oligarquía y hasta la aristocracia, como se vio en la II Guerra Mundial. A ellos les dice que el sistema democrático ya no les protege, pero que tendrán que rascarse el bolsillo para hacer ciertas “reformas”, es decir, dar algunas migajas a las masas desposeídas. A éstas, les dice que ellos serán el baluarte para unas mejores condiciones e instaurar “la justicia social”. Al iletrado, al que no estudió porque no le dio la gana, le dice que su opinión cuenta, que es aún más valiosa que la de los “intelectuales”. Al facha no le importa bailar con la más fea, al contrario, la corteja y la seduce.

 

Al final de este análisis que señala al fascismo como un populismo peligroso al que no se debe ceder espacio ni tolerar, hay un cuestionario medio en serio medio en broma pero muy ilustrador: un “fascistómetro”, que al contestarlo nos sorprende con sus resultados: más de uno que se creía demócrata descubrirá que lleva un fascista dentro o que el virus hitleriano ha penetrado en su sistema inmunitario.

 

“Instrucciones para convertirse en fascista” se puede comprar al módico precio de 15 euros. Regálelo a esos amigos y conocidos que “voxean” por ahí.

Comentarios (3)