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La pandemia de la excrecencia política

Valentín Auyanet

 

Los ciudadanos no nos merecemos el espectáculo de nuestra clase política. Nada tiene sentido, nada es realmente sincero, todo viene mediatizado por el interés partidista y político. Los problemas de salud mental que hemos sufrido después de una de las enfermedades más mortíferas y globales que provocó la Covid-19 ha afectado de manera clara a quienes tienen en su mano arreglar los problemas personales de quienes padecimos, padecen, el confinamiento, el miedo, la muerte y la incertidumbre.

 

¿Cómo si no, se puede explicar el espectáculo sonrojante que estamos viviendo y que protagonizan aquellos que nos representan, a los que hemos elegido elección tras elección? Sabemos que se defraudó al erario público con la compra de material sanitario, sabemos que no se gestionó con diligencia y transparencia la compra “urgente” del material que en pleno fragor de la pandemia sólo pretendía protegernos de una muerte vigilante, pero ahora nos damos cuenta, aunque ya lo sabíamos, que a nuestra clase dirigente no les importa el ciudadano, les importa su rédito electoral, conseguir el apoyo mediático para convencer a la ciudanía de que sólo uno tienen la razón. Y nos acostumbran al y tú mas, sin percatarse, o haciéndolo a cara descubierta, de que eso sólo nos lleva al desapego con la clase política, a huir de las urnas, a ponerlos a todos en el mismo saco.

 

Se enfrentan por lo mal que gestionaron la crisis pandémica, pero ahora estamos ante la crisis de la excrecencia política, que consiste en echarse mierda unos a otros para ver quién consigue no perder más credibilidad, teniendo en cuenta que volvemos a ser llamados a las urnas nuevamente y con la apatía elevada al máximo exponente. Elecciones que nos dan, a los ciudadanos de a pie, un poder para elegir al que creemos el menos malo, al que pensamos que va a robar menos o al que simplemente desata más rápidamente nuestros institntos más bajos.

 

Pero los partidos no se preocupan con la misma intensidad de los problemas reales de la gente que los que tienen órganicamente, y que siempre están asociados a mantener o llegar al poder. Cuando hay urgencias políticas hay soluciones políticas, pero esas no tienen nada que ver con la vivienda, los sueldos precarios, la subida escandalosa de precios en la cesta de la compra o el abuso de entidades financieras y grandes compañías nacionales y multinacionales en la prestación de servicios esenciales. Esos problemas, los reales, nos dice la clase política que llevan trámites administrativos y procedimientos legales que son tediosos, engorrosos y que se extenderán en el tiempo.

 

 

No sé si votar, a quién votar, o si realmente estoy en un estado de salud mental absolutamente desquiciado por la falta de esperanza en el ser humano, en el sistema, en los partidos o en mí mismo.

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