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Los cuidados, la gran batalla pendiente

 

Por Nona Perera, candidata a la presidencia del Cabildo de Lanzarote

 

 

Estos días se habla del centro de alto requerimiento que el Cabildo de Lanzarote estima empezar a construir este año y que está destinado a la atención de personas que precisan cuidados especiales. Una o más empresas privadas serán las responsables de atenderlas, transfiriendo de esta manera los trabajos que generalmente desempeña personal sanitario de empresas públicas al ámbito privado. Es probable que merme por tanto la calidad de los cuidados de las personas atendidas, una vigilancia e inspección pública más relajada y un descenso de los derechos laborales del propio personal.

 

Sabemos que esta depreciación de calidad es muy frecuente con la subcontratación, ya hemos conocido a grandes empresas constructoras que operan con la "lógica de mercado" cuando se convierten en prestadoras de servicios públicos externalizados, es decir, privatizados, y que a su vez dependen de los presupuestos públicos para mantener y aumentar sus beneficios. Entre estas empresas figuran Clece integrada en el Grupo ACS de Florentino Pérez y OHL Servicios de Juan de Villar Mir, muy popular por impulsar la última reforma laboral.

 

 La especulación “del bloque” se traslada al sector de los cuidados a través de la modificación laboral que posibilita externalizar el cuidado público con empresas de servicios donde priman los beneficios económicos antes que el bienestar social de las personas que atiende y de sus familias. También es cierto que el centro anunciado para Lanzarote puede paliar la situación de mutua dependencia de las mujeres que cuidan a enfermas o mayores en el ámbito familiar.

 

Una estrecha relación concurre entre el trabajo con personas dependientes y profesiones del ámbito del cuidado con la femineidad. Este vínculo entre consonancia profesional y género tolera un cúmulo de aspectos negativos para las mujeres, incluida su exclusión del mercado laboral. En estrecha asociación con el sexo de la persona contratada se establece el salario y ello contribuye al estatus profesional, entre otras variables a considerar.

 

El estudio sobre el trabajo de las mujeres que no se aborda desde una perspectiva de género oculta hasta la existencia del mismo, tal y como sucedía en España hasta la década de los 70, al concluir que las españolas trabajaban menos que las europeas exclusivamente por no salir de casa para ello y por no percibir un salario por el cometido doméstico. Hasta ese momento las ciencias humanas y sociales no solo no se ocupan de investigar la dedicación y el trabajo doméstico, sino que obviaban su existencia. Sin embargo, en la actualidad, los datos disponibles revelan que sin los trabajos de las mujeres en el ámbito doméstico el sistema económico vigente y la propia organización social son insostenibles.

 

Desde luego, conocemos estas conclusiones porque el movimiento feminista es quien ha investigado, de lo contrario seguiría el mantra despreciativo y opaco del trabajo doméstico. Imagínense entonces el valor de la consigna -aún sin gritarla en la calle- Si nosotras paramos, se para el mundo, especialmente si recordamos que el trabajo doméstico representa una masa de trabajo muy superior a la del trabajo asalariado, y además, el doméstico es el que posibilita que otras personas de la familia puedan emplearse. Aprecio la transcendencia del trabajo doméstico, pero su valoración no permite que se trate con la correspondiente importancia, porque en los asuntos de estado posee mayor peso el desempleo que el trabajo doméstico e incluso el precario que el doméstico.

 

Hay cierto interés político que intenta seguir considerando que el trabajo doméstico permanezca implícito en el género femenino. Y ello es muy importante dada la relevancia de las tareas domésticas, el cuidado de las personas mayores de la familia, de las enfermas, de la infancia. Esto nos obliga a que seamos nosotras quienes tengamos que conciliar este trabajo de puertas adentro con el de puertas afuera. Y somos nosotras quienes asumimos las consecuencias de la carencia de guarderías públicas, de la inexistencia de la atención temprana en los colegios, de la escasez de centros de día y de noche para las personas enfermas.Y también somos las que no nos liberamos del trabajo doméstico a pesar de estar asalariadas, no consiguiendo por ello mayor independencia, sino lo contrario, seguimos dependientes del trabajo doméstico a la par que asalariadas.

 

Antes escribí que a las organizaciones políticas tradicionales no les interesa asumir que los cuidados y el trabajo doméstico sea una responsabilidad social, pero a las mujeres este hecho nos afecta y mucho, porque la falta de política social condiciona el no tener el número de embarazos que deseamos, el índice de fracaso escolar de nuestra descendencia, y en definitiva porque nuestra calidad de vida empeora.

 

Que lo sociedad piense y actúe en femenino es un logro que tenemos pendiente, el que conciba que lo prioritario son las personas y luego los beneficios económicos está todavía muy lejos de lograrse. Por ello, ningún partido incluye en su política social los cuidados y la reproducción, sino que permanecen recluidas en el ámbito doméstico, y los partidos continúan con tranquilas indiferencias.

 

 

Dentro de unos días leeremos programas electorales cargados de conceptos feministas, y aunque pienso que lo que se escriba en ellos es extremadamente importante, veremos que el que se haga lo que se escribe es un asunto indiferente para quienes lo publicitan. Nuestro tiempo, el derecho a cuidar y el que nos cuiden no tiene precio pero diferentes partidos lo ponen en venta. Si en las próximas elecciones dejamos escapar la ocasión de poder seguir cambiando esta sociedad, antes de que nos demos cuenta de lo que hemos hecho, se convertirá en lo que ya no podemos hacer hasta dentro de otros y otros cuatro años.

 

Para cambiar estos aspectos no es suficiente participar en las organizaciones políticas o sociales, basta con acceder y mantenernos en ellas para conseguirlo caminando hacia esos logros. Planificar estrategias con estos objetivos, que sean medibles y evaluables además de transparentes es la inversión que podemos hacer para quitarnos el estigma de que mujer es sinónimo de cuidados, porque existen claras diferencias entre repartir y compartir, entre el deber y querer. Y ya sabemos que lo peor siempre puede empeorar. El movimiento feminista cuenta con una larga trayectoria de lucha pero estamos lejos de la meta. No es importante sino significativo que la presentadora y periodista Ana Rosa Quintana se sume a la huelga del 8M porque nos indica la presión que ha tenido que sentir para obligarse a secundar la grandiosa huelga de 8M19.

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