PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Los gritos de Zonzamas

Por JM de Páiz

 

 

Nunca viene a cuento o nunca es el momento. Me refiero al yacimiento arqueológico de Zonzamas. La casa y el entorno de uno de los últimos reyes aborígenes más importantes que habitó Lanzarote en el siglo XIV se han convertido en un lugar sucio y feo, abandonado a su suerte. Es cierto que la estampa actual ya no es la de aquel espacio dedicado al fornicio a la intemperie y la práctica del botellón que se denunció hace unos años. Pero también lo es que se ha convertido en un lugar fantasma, triste y olvidado.

 

Se aplaude que por fin Lanzarote vaya a contar en los próximos meses con un museo arqueológico; ya era hora para la única isla canaria que no contaba con un espacio dedicado a sus antepasados más remotos.  Pero, ¿y Zonzamas? A estas alturas nadie va dudar que el yacimiento posee un valor etnográfico, patrimonial e histórico indudable, tal y como han señalados catedráticos de distintas universidades europeas.

 

Me cuesta entender por qué los que hacen la ley obligan a proteger un muro de piedra mientras ignoran y desprecian la casa de nuestros antepasados. Creo que por ahí podemos empezar, por el respeto. Respeto a la cultura, a la historia, a la arqueología, a lo antiguo, a los que vivieron aquí antes que nosotros… en definitiva, al sentido común.

 

Que digo yo, que no hay que enarbolar una bandera nacionalista o de cualquier signo para ocuparse de algo que es patrimonio de la humanidad. Lo último que escuché fue que se echara mano de la inversión privada para rescatar la zona, pero todavía nadie ha dado el paso. Además, la solución tiene que darse a un nivel mucho mayor, a un nivel institucional. Sin embargo, campa a sus anchas la despreocupación. Lanzarote nunca podrá encontrar del todo la “excelencia” si antes no hay cordura y algo de clase. Nos construimos una especie de artificio cultural y social desechando lo básico, como si “esas cuatro piedras” no significaran nada.

 

Nadie parece saber qué pasa en la casa de Zonzamas. Es como si alguien hubiera escondido las llaves, esperando una recompensa porque si no hay dinero de por medio, no hay nada que merezca la pena. 

Comentarios (5)