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OPINIÓN. Acercándonos al 22 de mayo

Por Damián Peña

Tendrán que ponerse los políticos de acuerdo para solventar las carencias crónicas de Lanzarote, digo yo. Las elecciones del próximo 22 de mayo son una excelente ocasión para apelar a la clase política a dejar de lado las estrategias e intrigas electorales y emplearse a fondo en resolver los grandes asuntos pendientes de la isla. Es un acto de responsabilidad y, también, sin duda alguna, de honestidad frente a los ciudadanos a los que van a solicitar el voto.
Frente a la crispación hay que optar por la serenidad y el buen talante; frente a la descalificación, actúen con respeto y disposición al diálogo. Estoy seguro de que nadie gana ni un solo voto insultando o descalificando al contrario político. Considero, sinceramente, que estamos todos muy hartos, cansados, de tanto insulto, hipocresía y cinismo en la vida política lanzaroteña. Es hora, y es imprescindible, de que se hable de las propuestas, de las ideas, de las necesidades reales de esta isla. Insisto, de las reales, las verdaderas necesidades, no de las que algunos lobbies económico-mediático-políticos interesados nos quieren hacer ver.
A mí personalmente me aburren mucho esos grupitos de pseudosalvadores, redes, conexiones, o como se les pueda llamar, dedicados a la intriga y a la conspiración, pero incapaces de generar la más mínima idea constructiva. Uno pudiera llegar casi a la conclusión de que esta isla está llena de francotiradores dialécticos-verbales. Es una lástima que en vez de centrar sus esfuerzos y energías en aportar soluciones sólo se dediquen a generar y avivar la confrontación.
“Todos los políticos son iguales”, es una frase tan repetida, tan escuchada, que parece hasta verdad. Pienso que no es así. Creo que en todos los partidos políticos hay gente honesta, sincera, leal, que está en política por vocación, por ayudar a los demás, por contribuir al interés general. Pero también es verdad que los hay, y repartidos por toda la geografía y conjunto de las formaciones políticas, aquellos que son justo, y lamentablemente, todo lo contrario. En fin, como en la vida real.
Si con un 28% de paro en Canarias, todavía andan algunos políticos dedicados de pleno a las “grandes estrategias e intrigas” en lugar de implicarse a fondo en la solución del problema, es que ya no tienen remedio. El empleo es una cosa demasiado seria como para estar jugando con ella. Lanzarote necesita un impulso, un revulsivo, que provenga de su propia sociedad, con ganas y valentía de afrontar los retos. Eso es lo que hace falta. Pero para que todos puedan participar en ese viaje, todos tenemos que saber cuál es el destino. Definirlo es ya una cosa de consenso y de transparencia.
Ahora salta nuevamente sobre el ruedo la idea de las prospecciones petrolíferas en aguas de Lanzarote. Imagino que dicha propuesta no saldría de la boca del que la dijo si los correspondientes yacimientos petrolíferos estuvieran en la cercanía de las costas grancanarias.
Puerto, aeropuerto, campus universitario, infraestructuras básicas, pero también la definición de nuestro modelo turístico son temas a solucionar con cierta premura, para ello es necesario aportar ideas y propuestas. Y, desde luego, lo que no podemos hacer es olvidarnos del sector primario.
Cuando alguien comenta la conveniencia de potenciar la agricultura, automáticamente es descalificado y tachado de idealista trasnochado que pretende sustituir el turismo por el cultivo de papas y lentejas. Sinceramente, creo que la agricultura lanzaroteña, con su carácter tan peculiar y artesanal, puede jugar un gran papel complementario al sector turístico. ¿A alguien le parece normal que en los supermercados y en la gastronomía lanzaroteña se tenga que ofrecer papas de Inglaterra, tomates de Holanda y cebollas de Chile? No creo que ningún turista al que se le ofrezca la posibilidad de optar por una comida típica lanzaroteña elaborada con ingredientes de la tierra, y aunque sea más cara, se decante por la misma comida pero con productos de fuera, aún siendo más barata.
No se trata de abandonar el turismo y volver al campo. Se trata, más bien, de incorporar la agricultura lanzaroteña, y sus productos, a nuestra oferta turística complementaria. Dignificar y autentificar la gastronomía. No podemos ser un destino turístico de calidad sin una correspondiente oferta de calidad.
Aquí es necesario exigir responsabilidad también al empresariado de esta isla. Está muy bien echarle la culpa a todo el mundo, pero creo que es imprescindible un compromiso también del sector empresarial lanzaroteño en cuanto a la apuesta por la calidad y el mantenimiento de unos niveles aceptables en la oferta turística. En este sentido, sería muy normal y lógico esperar del empresariado local un mínimo de responsabilidad a la hora de promover y de dar salida a los productos lanzaroteños. Todos sabemos que una botella de vino de La Mancha permite un mayor margen de beneficio que una de Lanzarote. Lo mismo ocurre con otros productos.
En fin, ante la proximidad de las elecciones, muchos confían en la mala memoria, en que la gente ya no recuerde ni tenga presente tantas cosas que fueron noticia y que exasperaron la paciencia de tantos y tantos ciudadanos. Ahora toca prometer, y prometer lo que sea. Si se cumpliera solamente un 5% de todo lo que de aquí a mayo vamos a tener que soportar de promesas electorales, estaríamos a punto de alcanzar ya prácticamente la felicidad terrenal plena.

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