PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

OPINIÓN. Lluvia

EL FORO DE LOS BALBOS. Por Mar Arias Couce

Aquella vieja cancioncilla infantil que decía que el patio de su casa (la del cantante, supongo) “se mojaba como los demás”, aunque pudiera parecer una obviedad, no lo es en absoluto. Cuando llueve, todas las ciudades se mojan. La nuestra mucho más. Así ha sido siempre y así parece que seguirá siendo “per secula, seculorum”. A mí me pasa igual, cuando llueve me mojo, mucho, más que nadie. O eso me parece a mí. El pasado martes, a pesar de las advertencias meteorológicas, era tan buena la tarde del lunes que ni por un momento se me pasó por la cabeza que de verdad fuera a caer la que finalmente cayó. Ya nos levantamos a ritmo de mambo. Quién más y quién menos disfrutó de su propia riada de agua, cascada incluida con tan solo mirar por la ventana. Una vez desayunados, duchados y vestidos los niños (con todo el proceso que eso implica: se pone un pantalón, se cambia porque se le sale el pañal y se ha mojado, se pone una zapatilla… una y mil veces porque se las quitan, se lavan una y otra vez las caras y las manos porque parece que los rotuladores les atacan de frente, y todos esos pequeños detalles que no parecen terminar jamás…) me propuse a salir a la calle con normalidad. Pura utopía. En una mano el carro del pequeño, en la otra el mayor (sin carro, afortunadamente), bien agarrado porque, si no se le ata corto, sale corriendo hacia la nada, sin rumbo fijo. En alguna de las dos manos, no sé en cual, las mochilas de ambos, que al parecer pesan horrores a pesar de que solo llevan la merienda de media mañana y el agua, el bolso en algún sitio y una carpeta con deberes, supongo que en la cabeza porque un pulpo no soy (creo, aunque nunca se sabe). El avance, complejo. El carro hacia un lado, un niño hacia otro, el del carro empapándose, las mochilas cayéndose. “Mamá me mojo”, “Mamá, ¿porqué no me has traído mi paraguas de Spiderman?”… (si es que si fuera un pulpo me iría mucho mejor porque tendría tentáculos para todo, aunque no tengo muy claro para qué iba a querer un pulpo las mochilas, el paraguas y la carpeta. Por no hablar del bolso). La llegada al colegio, aún mejor. Mientras uno salía corriendo hacia la clase, el carro se me quedaba enganchado entre la multitud y no había manera ni de moverse, ni de dejar de mojarse. El pequeño quitándose el gorro, yo poniéndoselo, el mayor en el horizonte… Al final, pude repartir a todos los niños, mochilas, carros y bolsos y solo llegué a trabajar chorreando y como si me hubieran pegado una paliza (y remojado después para rematarme). ¡Que buena es la lluvia para el campo y cómo me gusta a mí el verano!

Comentarios (0)