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Relativismo

Sigfrid Soria

 

Moral, ideológico, sexista, político, penal, económico, fiscal, territorial, sanitario, educativo, cultural, procesal y podría seguir concretando, pero este artículo se extendería demasiado.

 

Por un lado, según la RAE, el relativismo niega el carácter absoluto del conocimiento, al hacerlo depender del sujeto.  Aquí entra lo del fin justifica los medios, la tolerancia llevada al extremo, la metaética y el nihilismo.  Pero, más allá de cualquieras otras consideraciones, los hechos sociológicos y psicológicos ciertos son que divisas superiores de la democracia como libertad, justicia o igualdad se ven profundamente alteradas, incluso dinamitadas, por la actual coyuntura relativista española.  En 2024 vivimos en una sociedad sin referencias ni valores en la que es lo mismo una cosa que la contraria, en la que estamos curados de espanto porque nada impresiona y en la que el mero hecho de disentir o siquiera cuestionar el discurso único es motivo de estigma, como mínimo. 

 

Por otro lado, y en contraposición, hago mención a las Teorías de la Relatividad Especial y General, años 1905 y 1915, teorías disruptivas de la Física de principios del siglo XX, que establecieron un antes y un después, cuyos principios fueron enunciados como inmutables y referenciales en términos absolutos.  Gran paradoja que esas joyas pese a poner encima de la mesa de la historia a la relatividad y habiendo cumplido durante más de un siglo con continuas pruebas científicas empíricas, mantengan como ciertos sus principios.  Toda una inspiración.

 

Pedro Sánchez nos ha brindado escenarios impensables, escenarios insólitos para conseguir el poder y mantenerse en él.  Escenarios aberrantes que, a cualquier español, pese incluso a ser socialista, le hubiera espantado de haberlos siquiera imaginado hace escasos años.  Escenarios que ni el propio Sánchez preveía o llevaba en sus programas electorales, de hecho, negaba hasta la saciedad realidades que posteriormente acontecieron:  Que la fiscal general del Estado fuera ministra hasta el día anterior.  Que el Poder Ejecutivo secuestrara a todos los españoles durante más de 9 meses y amordazara al Poder Legislativo inconstitucionalmente.  Que hubiera pactos con comunistas, antisistemas, bolivarianos y filoetarras condenados por terrorismo.  Que los españoles fuésemos diferentes y discriminados en función de raza, sexo, religión, ideología o condición económica.  Que se eliminaran del Código Penal delitos contra las altas instituciones del Estado.  Que se indultara a delincuentes y malversadores de dinero público por estricto oportunismo político personal.  Que se esté intentando borrar mediante amnistía delitos consumados, juzgados y sentenciados firmemente, contra la unidad de España por los más altos Órganos jurisdiccionales.  Que lo que quiera que sea España lo decida un prófugo de la justicia acusado de cometer los mismos delitos por los que otros que delinquieron como él fueron juzgados y sentenciados con penas de cárcel y económicas que asumieron y cumplieron.  Que el Poder Ejecutivo, y ciertos partidos políticos bajo su paraguas, acusen al Poder Judicial de guerra sucia o corrupción.  Y lo más banal, aunque no por ello menos significativo, como es que el uso del Falcon haya llegado a ser tan opaco que esconda su disfrute para ir a mítines electorales, bodas, fiestas y vacaciones particulares.  Por supuesto que todas la barbaridades que estamos padeciendo implementadas por Pedro Sánchez, Pedro Sánchez negaba que las fuera a implementar, por lo que Pedro Sánchez nos está dando una lección maestra de marxismo, pero el de Groucho: “Éstos son mis principios, pero si no les gustan, yo los cambio”*.

 

Siendo malo lo expuesto en el párrafo anterior, no es lo peor.  Lo peor es que la conciencia colectiva relativiza el daño que nos ha hecho, nos hace y nos hará todo esto, quizás como mecanismo de defensa psicológico para evitar enfrentar el drama.  Lo peor también es que Pedro Sánchez y su sarta de despropósitos generan pobreza, ensanchan las brechas de desigualdad y producen bestiales agravios comparativos que están haciendo tambalear a nuestra democracia y la pueden hacer caer, que quizás es lo que menos le preocupa al aprendiz de sátrapa.  Seguramente habrá muchos lectores que consideren exagerada esta exposición, igual que rusos, italianos, alemanes, chinos o venezolanos no vieron que lo que ofrecían Lenin, Mussolini, Hitler, Mao o Chávez era pan para hoy (poco pan) y hambre (mucha hambre) para mañana.  Cosas del socialismo, que cuando se juntan a la ambición desmedida de un líder natural, y Sánchez lo es para muchos millones de españoles, la miseria y destrucción están servidas.  Al tiempo.

 

*Nota: Esa frase la dijo el genial Groucho, pero no fue el primero en decirla.

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